El pasado 21 de abril, lunes, sobre las once y media de la mañana, tuve un accidente de tráfico en la Autovía Minera en dirección a Gijón. Estaba adelantando a un camión y no sé lo que pasó, no pude dominar el coche y sólo intentaba mantenerme en mi carril para no estrellarme con el camión, que cuando vio lo que pasaba aminoró la velocidad, y al ver que logré parar el coche prosiguió su viaje como si nada. Y detrás, alguno más.

En aquel momento, yo, que nunca me había visto en una situación así y viajaba sola, no pude tomarles las matrículas para que esa clase de gente sepa que la omisión del deber de socorro es un delito, dejando a un lado que parece mentira que se ganen la vida en la carretera; desde luego, como personas dejaron mucho que desear. Yo que siempre sentí pena por los camioneros, a partir de ahora la sentiré sólo por algunos.

Pero mi carta no va dirigida a esa gente que no merece la pena, sino a un chico, camionero también, que venía en dirección a Mieres. Ese chico sí paró, y cruzando la autopista poniendo su vida en peligro, llegó a ayudarme. Un chico educado y amable que no se movió de allí hasta que todo estuvo arreglado. A esa persona con mayúsculas es a la que yo quiero dar las gracias por todo. Yo estaba muy nerviosa y recuerdo que él me insistía en que no saliera de la mediana, que igual me podían llevar por delante.

Sé que era de Gijón, pues su camión eso ponía. A ese chico tan encantador y amable que, como él me dijo, se gana la vida en la carretera le deseo muchísima suerte, que se la merece. Gente como él es la que hace falta en el mundo.

Margarita Velasco Díaz

Santullano de Mieres