Me parece que fue ayer, por aquella primavera florida, cuando ascendía a las cueva de Cachantoria y aledaños en el desfiladero de Estrechura caminando, de risco en risco, al lado de Mino Miranda, el joven pastor culpable del hallazgo. Pero han pasado cuarenta años -tempus fugit- y no sé cómo ha sido. Allí, en las recién descubiertas pinturas rupestres nacía «Los vigías de Fresnedo, gran motivo turístico», mi primer reportaje en LA NUEVA ESPAÑA un 5 de mayo de 1968, «sábado de gloria» para la historia de las pinturas rupestres.

En el Club de Prensa de nuestra casa, ¿donde mejor?, lo he querido rememorar, hace unos días, con muchos amigos en una velada cultural inolvidable. En las paredes se habían expuesto los cien reportajes más representativos de mi vida periodística, a través de murales y, en una larga mesa, multitud de recuerdos y piezas artesanales -obsequios de lugareños entrevistados- presidida la exposición con las fotografías del Rey de España y del Príncipe de Asturias, a cuyo lado me asomé en dos ocasiones.

Tantos amigos. Patriarcas de la labor y de cultura (Pepe Cosmen y Juan Benito Argüelles), escritores, pintores, políticos, amigos del alma y otras gentes que lo son a partir de ahora. Hubo ausencias, bien es verdad, pero estábamos los elegidos por los dioses. En el aire, y como invitados de honor, el recuerdo de los que se fueron y de otros que, por diversas circunstancias, no pudieron estar presentes. Presidía el acto doña Ana Rosa Migoya, consejera de Administraciones Públicas y portavoz del Gobierno, en nombre de don Vicente Álvarez Areces, presidente del Principado de Asturias.

Los asistentes recorrieron la exposición, viviendo tiempos pasados, comentando titulares y fotografías, y la paz y la palabra le fueron concedidas a Evelio G. Palacio, nuestro subdirector, que hizo las delicias de los oyentes con un cálamo muy bien tajado y ambrosía literaria y periodística, tal y como corresponde al buen hacer de un gran profesional. Con una amistad compartida, desde hace muchos años, hubo emoción en la palabra oral, lenguaje profundo y merecimientos hacia este «vigía» de los eventos, de la noticia y de la cultura de los Valle del Trubia.

Juan Luis Rodríguez-Vigil, abogado, escritor y presidente que fue del Principado de Asturias, puso la palabra precisa y preciosa sobre Teverga y sus gentes con alusiones a los recuerdos de infancia y hacia este cronista que «es una de esas pocas personas -dijo- que se identifican por su humanismo». Quico García Valledor (ascendencia tevergana) -consejero que fue de Justicia y hoy diputado de la Junta General por IU- me llamó «hombre del Renacimiento y buscador inquieto del conocimiento y de la verdad». La melancolía de la infancia, el santuario del Cébrano y su casa de Berrueño -subida piedra a piedra y verso a verso con amor- fueron pinceladas a todo color de un bello cuadro costumbrista. El escritor mierense Ismael González Arias (también de ascendencia tevergana) me llevó al campo de la poesía de la mano de Mino Fuenteseca con esa pluma suya ebria de música, de imágenes y de la asturianía profunda que lleva consigo. La velada fue cerrada por la Consejera -una Rosa de mayo-, quien manifestó que «siempre me había distinguido en luchar por mejorar la realidad combatiendo la desigualdad y la injusticia por medio de la palabra. El verdadero último druida de los valles».

Un alma plena de alegría, la mía, ante el halago de tan bellas palabras y el reencuentro con gentes tan queridas que llevaré siempre conmigo como a mi propia sombra.

Desde estos Valles del Trubia (gentilicio, comarca o destino turístico, acuñados en LA NUEVA ESPAÑA por quien suscribe hace ya muchos años), vaya mi más profundo agradecimiento a los compañeros que formaron la mesa, a todos los asistentes al acto y a todas aquella personas que, durante estos cuarenta años, hicieron posible las siete mil páginas que ilustran mi hemeroteca. Un día, lo antes posible -con la ayuda de las instituciones públicas y entidades privadas-, quedarán expuestas y a la disposición de todos en el proyectado centro de Estudios Literarios y Sociales de Teverga. En sus salas, un amplio racimo de escritores teverganos (hombres y mujeres) tendrán el espacio que se merecen por méritos propios con sus biografías y un florilegio de sus obras para que las generaciones venideras sigan buscando las raíces, escribiendo y publicando los hallazgos y construyendo la casa de todos en paz, libertad y convivencia a la búsqueda de un mundo mejor.

Lo que hacemos a lo largo de la vida no se valora por el tiempo que dura -veinte años y otros veinte no son nada-, sino por la huella humanística que se haya dejado al servicio de los demás.

Celso Peyroux

Teverga