En la madrugada del pasado día 15 de septiembre, fallecía en su domicilio de la villa de Águilas (Murcia) don José Antonio Bernardo Álvarez, «Pipo» para familiares, amigos y vecinos de Moreda de Aller, pueblo en el que se crió y vivió durante su infancia y juventud. Una cruel y rápida enfermedad se llevó a nuestro buen amigo, quien por estas fechas solía venir a su tierra querida, soñada durante el resto del año día a día, desde las orillas del Mediterráneo. No nos sustraemos a la tentación de recordar aquí su biografía y de hacer algunas consideraciones de cómo entendía la vida en general, su profesión médica y otras cuestiones de interés.

Nació José Antonio Bernardo Álvarez el día 5 de marzo de 1932 en la localidad de Bustiello (Mieres, Asturias), lugar en el que su padre trabajaba como médico en la empresa minera Hullera Española. Pronto se trasladarían a Moreda, a la bella casa que construyeron sus progenitores a media ladera entre Moreda de Arriba y Moreda de Abajo. Allí falleció su padre, siendo aún muy joven, y allí llegaría a nonagenaria su madre. Realizó sus estudios de Enseñanza Primaria en la denominada «Escuela de doña Asunción», situada en Moreda de Arriba, y posteriormente en el Colegio San Luis, de Pravia. Completó sus estudios de Bachillerato en la Academia de don Germán, de Moreda. Inició la carrera de Medicina en la Universidad de Valladolid, finalizando la licenciatura en la de Salamanca, en el año 1957. A continuación, hizo el servicio militar obligatorio en el Hospital Militar de Zaragoza; en esta ciudad conocería a María Isabel Pisa Orta, Maribel, quien, con el paso del tiempo, sería su esposa. Pronto se decantaría por el ejercicio de la medicina general, actuando como médico titular y de la Seguridad Social de manera ininterrumpida. Como era frecuente en aquella época, ocupó sucesivamente plazas en diversos lugares de las provincias de Zaragoza, Logroño, Ávila, Córdoba..., y finalmente se asentaría en Águilas (Murcia) en el año l973, lugar en el que se jubiló en el año 1997, estableciendo allí su domicilio definitivo.

Contrajo matrimonio con Maribel el l9 de octubre de 1963, en Zaragoza, y ella le dio cinco hijos: José, Ana Isabel, Matilde, María Victoria y Miguel. Éstos serían, a grandes rasgos, los datos biográficos de don José Antonio. Insistamos ahora en todos aquellos aspectos distintivos que le caracterizaron.

Su personalidad podría definirse con dos palabras: nobleza y temperamento. Su nobleza se intuía pronto; en este sentido, era bueno, tolerante, sencillo, contemporizador y de una gran humanidad, y su temperamento afloraba de modo rotundo siempre que era necesario. Insensible al halago, era enemigo de loas, homenajes y actos semejantes; valoraba a las personas sólo por sus méritos personales. Fue siempre fiel a sus principios tanto en el terreno ideológico como político y religioso; por sus orígenes, era un conservador moderado, y desde el punto de vista religioso, era un católico convencido, creyente profundo, practicante habitual y consecuente con su religión en la vida ordinaria. La familia, su mujer y sus hijos, fueron el eje de su vida y de sus ilusiones. Trabajó mucho por y para ellos, consiguiendo lo que se propusieron él y su esposa: un grupo homogéneo de personas bien formadas, tanto humana como profesionalmente.

Como profesional de la medicina, ejerció su oficio con conocimiento, vocación y entrega; su filosofía médica era muy sencilla, pero radicalmente humana. De Gregorio Marañón, que conocía bien, tomó como consigna aquello de que no hay enfermedades, sino enfermos, y de Pedro Laín Entralgo, lo más sublime que se ha escrito sobre la relación médico-paciente, esto es, la relación amistosa con los pacientes. Finalmente, José Antonio fue el paradigma del asturiano enamorado de su tierra, pese a vivir lejos de ella. Añoraba a diario su Moreda natal, su adorado concejo de Aller y su región de origen. Pese a la distancia, se mantenía al tanto de lo que ocurría en ella por la prensa y sus amigos. Buen aficionado al fútbol, era apasionado seguidor del Real Oviedo, cuyos éxitos y fracasos sentía como propios.

Deseamos finalizar esta breve nota necrológica con un cariñoso recuerdo para Maribel y sus cinco hijos, y para María Victoria, «Toya», su hermana. Tus amigos, querido Pipo, no te olvidaremos nunca, y estamos persuadidos de que ya has traspasado el umbral de la eternidad con paso firme y el alma impoluta para sumirte para siempre en el amoroso seno del misterio trinitario.

Joaquín Fernández García es médico hematólogo