San Isidro, L. CAMPORRO

San Isidro, la estación española que más ha alargado la temporada cerró ayer una campaña blanca marcada por la poca nieve y, como consecuencia, por una considerable reducción del número de esquiadores con respecto al año pasado. Pese a todo, en torno a tres centenares de aficionados acudieron ayer al complejo leonés para despedir un curso que no pasará a la historia y que solamente se salvó, en parte, gracias al gran trabajo desarrollado por los operarios en la preparación de las pistas y a los sistemas de innivación artificial.

La temporada que concluyó ayer ya comenzó con mal pie en San Isidro. La ausencia de nieve obligó a retrasar la apertura hasta el 20 de diciembre. A partir de ahí, se fueron sucediendo las interrupciones y los cierres esporádicos, motivados unas veces por la escasez de precipitaciones y otras por los temporales de viento. Pese a ello, los responsables del complejo realizaron un enorme esfuerzo para extraer el mayor rendimiento posible de las instalaciones, compactando pistas, trasladando nieve desde lugares apartados para rellenar huecos y utilizando los cañones de nieve artificial, que estuvieron operativos siempre que las condiciones de humedad y temperatura lo permitieron. Este sistema de innivación marcó la diferencia de rendimiento entre la estación leonesa y la vecina de Fuentes de Invierno, en Aller. Aunque geográficamente están juntas, en ambas caras del pico Toneo, la ausencia de cañones dejó bajo mínimos el complejo asturiano.

San Isidro llegó a la jornada final de la temporada con una afluencia de alrededor de trescientos esquiadores, que, básicamente, se concentraron en el área de Cebolledo. El complejo puso a disposición de los aficionados algo más de siete kilómetros, repartidos en siete pistas de distintas dificultados. Los espesores se situaron entre los 30 y los 40 centímetros de nieve húmeda, que se iba fundiendo a medida que avanzaba la mañana. Esta circunstancia, provocada por una temperatura por encima de los diez grados en torno a las once, obligó a muchos de los deportistas a abandonar la práctica del esquí para evitar accidentes en las pistas.