Mieres del Camino,

D. MONTAÑÉS

A mediados del siglo XIX en las Cuencas ya estaba asentada una incipiente, aunque primaria, actividad industrial ligada a la extracción de carbón y a la producción de hierro. Las pequeñas empresas que surgían encontraban mucha dificultad para estabilizarse debido a una constante transformación social que condenaba a estas entidades a una corta y penosa vida. El principio del cambio se produjo en 1879. El 23 de marzo de ese año el ingeniero Jerónimo Ibrán impulsó la firma de constitución de Fábrica de Mieres. El que se convertiría en uno de los principales protagonistas de la industrialización en la comarca del Caudal había sido contratado cinco años antes por el banquero francés Numa Guilhou para convertir la ruinosa Asturiana Mining Company en una empresa rentable. Esta semana se cumplen 130 años del nacimiento de un gran emporio industrial que marcó la expansión económica de Mieres y que llegó a contar con una plantilla superior a los 7.500 trabajadores.

Fábrica de Mieres fue constituida en 1879 por Numa Guilhou y Protasio García Bernardo, con un capital social de 17 millones de las antiguas pesetas. En 1881, ya disponía de tres altos hornos y una larga lista de instalaciones complementarias. Durante las siguientes décadas no paró de crecer. El nacimiento de esta gigantesca compañía se vertebró sobre una importante red de minas de carbón y un gran complejo siderúrgico situado entre Ablaña y La Rebollada. La empresa se convirtió en poco tiempo en la gran locomotora económica no sólo de Mieres, sino de las Cuencas. Asumió un papel matriarcal, impulsando proyectos de gran calado social. A principios del siglo XX la empresa instala dos economatos para abastecimiento de los trabajadores y sus familias, uno de textil y calzado y otro de alimentación. Además, en 1904, Ernesto Guilhou, hijo de Numa Guilhou, fundó en Mieres una escuela para niños, iniciándose las clases en una casona en el barrio de La Villa, con capacidad para 120 alumnos. La iniciativa tuvo una gran acogida y la propuesta inicial pronto quedó pequeña, lo que desencadenó su traslado a un inmueble de la actual calle Manuel Llaneza, entonces Campo Sagrado. El 13 de noviembre de 1915 se iniciaron las obras de un nuevo colegio con patio para recreo, capilla, biblioteca y sala de juegos, inaugurándose en 1918. Esta inquietud académica desencadenó en 1956 la creación de la Escuela de Aprendices, que permitiría a la compañía formar a sus propios oficiales.

La historia de Fábrica de Mieres también está salpicada de virulentos conflictos laborales. La primera huelga general de la minería asturiana comenzó el 6 de mayo de 1890, en las minas «Molinucu» y «Lláscares», propiedad de la compañía, extendiéndose días más tarde por las cuencas del Nalón y Caudal. Los mineros pedían catorce reales de jornal (un aumento de dos reales) y reducción de jornada de doce a ocho horas. La huelga general duraría 15 días. Fue la primera de una inabarcable lista de movilizaciones.

Pese a los inestables inicios, Fábrica de Mieres se consolidó muy pronto como un referente industrial dentro de la región. Su despegue se vio impulsado por un intenso desarrollo de las infraestructuras del transporte, sobre todo ferroviarias. Tras una dura crisis económica acaecida en 1924, la empresa lleva a cabo una emisión de 25 millones de obligaciones. Salió adelante y prosiguió con su expansión. En 1961 se integró en la Unión de Siderúrgicas Asturianas (Uninsa), conformada por las principales compañías privadas de la región. Unos años después Uninsa pasó a formar parte de la siderurgia pública (Ensidesa). Poco a poco las instalaciones de Fábrica de Mieres se fueron desmantelando. Por su parte, sus explotaciones mineras se convirtieron en la plataforma de lanzamiento de Hunosa. A principios de la pasada década de los ochenta ya no quedaba apenas rastro de la compañía en Mieres. Su caída fue rápida, aunque escalonada, ya que apenas dos décadas antes de su desaparición se mantenía como el principal referente empresarial del territorio, patrocinando varias entidades deportivas, teniendo especial relevancia los de jockey y natación. En 1960 funcionaban colonias infantiles en Villamanín y Tapia de Casariego, destinadas a hijos de trabajadores, y se disponía de una biblioteca, academia de idiomas, salas de lectura y juegos y un hogar que albergaba la sección cultural.

En la actualidad el archivo de la vieja fábrica está en posesión de los herederos de Numa Guilhou, la familia Loring. En 1911, el Rey Alfonso XIII nombró conde de Mieres al empresario malagueño, afincado en el municipio, Manuel Loring y Martínez de Heredia, iniciando una dinastía familiar que ha llegado hasta nuestros días. El tercer portador del título, Manuel Loring Martínez de Irujo, falleció el pasado año a los 61 años de edad, tomando el relevo su hijo, del mismo nombre.

Fábrica de Mieres podría ser calificada como un gigante del carbón y del metal con conciencia social. Cuando se constituyó, pocos hubieran apostado por una trayectoria tan dilatada y trascendental para un territorio. Su huella tardará en desaparecer.