Hace unos días, en la capital del reino, o sea, Madrid, hubo una manifestación de manteros, esos señores, mayoritariamente de raza negra, que venden CD y DVD en la calle, en bares y en cualquier lugar donde haya más de media docena de personas, salvo en algunos municipios españoles, donde ayuntamientos comprometidos con sus empresarios tienen prohibida esta venta ilegal y en todos los establecimientos que se han querido adherir figura en su puerta una pegatina que dice: «Aquí, prohibida la venta pirata».

Como les contaba, la manifestación de los manteros en Madrid fue para pedir que les permitan vender cosas ilegales de forma legal, que no haya multas, ni juicios, ni penas si se cometió un delito. Piden que se despenalice su actividad, en resumen, que algo que es ilegal se convierta en legal. Para ello se apela, como se lleva haciendo siempre, a la pena, a la precariedad del inmigrante, a lo que ganan las multinacionales y un largo rosario de mentiras bien intencionadas para tratar de convencer al buen samaritano con cosas como que estos pobres hombres sólo quieren comer. Pero se olvidan de contar, o por ignorancia no lo saben, que estos «pobres manteros» han cerrado en España miles de tiendas de discos y miles de videoclubes con su venta ilegal de discos y películas a dos euros, no han cerrado las grandes cadenas ni las grandes multinacionales, han cerrado pequeños negocios familiares, la mayoría con dos o tres empleados.

En los videoclubes de España se han ido a la calle miles de trabajadores y, según un informe del sector, han echado el cierre unos 2.700 empresarios, porque la competencia de los manteros fue brutal para ellos y para otras muchas empresas adyacentes que han tenido que cerrar o reducir plantilla, los que fabrican bolsas de transporte, las imprentas que hacían las carátulas, los diseñadores y un montón de profesionales más que se quedaron sin trabajo gracias a los que vendían películas a uno o dos euros, incluso delante de sus establecimientos sin que nadie hiciera nada.

De esos miles de trabajadores que se quedaron al paro gracias a los manteros, ¿quién se apena?, o es que esos no comen todos los días, o no tienen familias, sólo nos apena el que corre calle abajo con los DVD en la manta mientras el dependiente del videoclub de al lado de su casa o de la mía se va al paro, porque el mantero ya vendió todos los DVD ilegales a euro la pieza.

¿Quieren que les explique por qué los manteros están rebotados?, aparte de por la pequeña presión policial, pues porque ya no venden ni un CD ni un DVD pirata. ¿Saben por qué?, porque ellos ahora también tienen un competidor, las descargas de internet. Al mantero ya no le compra nadie, todo el mundo se baja su música o sus películas de la red (también de forma ilegal).

Para los que siguen creyendo que los pobres manteros no le hacen daño a nadie, les voy a poner un ejemplo: imagínense a cualquier ciudadano que un día decide que, como no tiene trabajo, va a utilizar su coche como si fuera un taxista, hace viajes como los taxistas, pero de forma ilegal, cobra por viaje menos de la mitad de lo que cobra un taxi legal y la gente lo empieza a llamar, tiene éxito porque la gente ahorra mucho dinero y la ciudadanía dice que no hace daño a nadie. Como funciona, aparecen miles (de los que no hacen daño a nadie). Si esto sucediera, los taxistas profesionales tendrían que cerrar, como han cerrado miles de videoclubes, porque no podrían soportar la competencia ilegal.

Los «top manta», esos pobrecitos del DVD y del CD, ahora reconvertidos al lujo con bolsos Chanel o Louis Vuitton, han llevado al cierre a miles de establecimientos. Esos establecimientos que liquidaban con la hacienda pública sus obligaciones, esos que pagaban Seguridad Social e impuestos, colaborando al sostenimiento de este país, pero por estos ciudadanos no sale nadie a la calle. Me gustaría decirles que, cuando les ofrezcan un CD o un DVD, piensen en ese videoclub que había al lado de su casa y ya no está, no se crea que cerró por buscar un negocio mejor, lo cerraron los negocios ilegales de los que ahora piden legalidad.

A todas y todos, buena suerte.