El poeta navarro medieval Yehuda Ha-Levi tenía una espectacular bibilioteca en su casa de Tudela. Había viajado mucho y establecido relaciones con los mejores poetas cristianos, musulmanes y judíos de su época, gozando en vida de una merecida reputación. Cantó al amor y al vino, glorificó la amistad, lloró la muerte de los seres queridos, reflexionó sobre temas mundanos, alabó a Dios y consoló el exilio de su pueblo. Viendo llegar el final de sus días, abandonó su querida Sefarad y embarcó para Israel, donde quiso que transcurrieran sus últimos días. Después de un tiempo en Jerusalem acabó regresando a Sefarad, a su añorada Tudela, a la biblioteca de su casa, porque entendió que debía de morir al lado de lo que le había dado razones para vivir.

Un día, admirado, un vecino le dijo: «Yehuda, ¡tu biblioteca guarda el tesoro de nuestro pasado!». «No es mi intención», le contestó Yehuda Ha-Levi: «Me gustaría más que sirviera de memoria de nuestro futuro».

La biblioteca de Mieres acaba de inaugurar una exposición de fotos que muestra el ayer y el hoy de nuestra villa. Merece la pena visitarse porque lo que tiene de ser la memoria de nuestro futuro. Cualquiera de ellas sirve de ejemplo. En un panel aparecen dos fotos de mi calle. Ya se llamaba Jerónimo Ibrán a primeros de los sesenta, fecha en la que se hizo la que está en blanco y negro. La de color es de ahora mismo. En la primera se ven los magníficos edificios que le daban aire de villa. En la actual vemos en que quedó. En otras calles la diferencia es más abismal. En todas queda constancia del paso de un lugar con personalidad al poblachón anónimo en que nos hemos convertido. El futuro tiene que ser, pues, otro.

Algo hecho en falta en los paneles, entre el luminoso blanco y negro y el triste color del presente: la foto de carnet de todos los concejales de urbanismo, con el listado de edificios que autorizaron su derribo y los nuevos que se levantaron en su mandato. El título de la exposición, de este modo, podría ser otro: Memoria de la ignominia.

Carles Darwin, en su tratado sobre La expresión de las emociones en el hombre y los animales habla de la ignominia como efecto de una acción vergonzosa. Ésta se manifiesta con rubor facial, confusión mental, vista caída y cabeza baja. Es exactamente lo que me produce la visión de la exposición. El sentimiento de culpa de haber vivido todos estos años y haber dejado que se hicieran todos estos despropósitos urbanísticos sin decir nada. Como si, a la manera de Yehuda Ha-Levi, regresara a Tudela, y no reconociera mi pequeña villa. Y la cosa sigue. El que lo dude que recuerde el edificio que hacía esquina en Valeriano Miranda con Carreño Miranda, frente al parque. Y que vaya a ver lo que lo sustituye. No sé porqué el parking que tanto necesita Mieres no se hace tirando el Liceo. Nadie va a decir nada. Tampoco se va a echar mucho en falta.