Resulta complicado explicar la crisis desde una terraza de la calle peatonal. Hasta arriba de gente. Muchos de pie intentando hacerse con un sitio. Aprovechando los primeros rayos de sol de este primer veranín que nos llegó después de tantos meses de agua. Por la televisión las imágenes de las manifestaciones en Grecia. Algunos mirándolas de reojo mientras se espera la conexión con el Bernabeu. Tampoco hay mucho interés. Preocupan más la cervecina bien tirá, la brisa de última hora de la tarde y la ronda que pasa de pinchos.

Los de la mesa de al lado pasan directamente al cacharru. Son de mi quinta. Coincidimos todos en la escuelina de Santa Marina. Con dos de ellos seguí en el Instituto. Otros dos hicieron Maestría y uno, con el tiempo, acabó capataz. Según él, Ingeniero Técnico. Para todos los demás, capataz. Pasa también con los profesores de Gimnasia. Según ellos son profesores de Educación Física. Ni caso. Sigue siendo el de Gimnasia para todo el mundo.

Después del Instituto y de Maestría volvimos a encontrarnos en la mina. En el pozu Barreo. Que el capataz, como estudió, sigue llamando Barredo. Para entretenerse, además de hablar de fútbol, todas las tarde pican un rato. Pican con el picu de hablar, no con el picu de trabajar. De media hace diez años que están prejubilados. Los mismos que debería estar yo. Aunque les toco las narices diciéndoles que yo llevo más de veinte prejubilado en el Ayuntamiento. Ellos me dicen que no es lo mismo. Pero tampoco lo tienen tan claro.

Al final, para tocarme las narices, me cantan la versión minera de la canción de Violeta Parra: «Gracias a la mina / que me ha dado tanto». Si la grabara el Coro Minero de Turón se convertiría rápidamente en el Himno de Les Cuenques. Pero no se atreven. Es excesivamente insultante. Sobre todo en tiempos de crisis como estos. Pero, en fin, como ellos dicen y yo estoy completamente de acuerdo: que nos quiten lo bailao. Ya lo sé que jode. Pero ajo y agua. Haber bajado a picar cuando los demás picaron y haberte quedado de güelga cuando los demás quedaron.

Levanto el vasu para brindar con ellos. Acaba de meter gol el Inter. No sé por qué extraña razón son del Bayern con camiseta cuatro carapijos de dos mesas más allá que si atienden con fervor las incidencias del partido y están muy ofendidos porque aprovechamos el gol para pedir otra ronda. No se dan cuenta que hubiésemos hecho lo mismo si el gol hubiese sido del Bayern. Aquí lo que importa es celebrar algo. Lo que sea. Nos da igual celebrar la alegría de que suba el Caudal, que la tristeza de que no lo haga el Uviéu. No se dan cuenta de que no nos gusta el fútbol, lo que nos gustan son los cacharros.