Para que luego digan que lo que pasa en Mieres no tiene trascendencia. Para que luego alguien piense que no podemos estar a la vanguardia. En esta ocasión el Gobierno de España propone hacer con los sueldos de los funcionarios lo mismo que hacen algunos ayuntamientos piquiñinos como si fuesen repúblicas autónomas: ligarlos a la productividad. Lo avanzó el vicepresidente y ministro de Política Territorial, Manuel Chaves.

Los sindicatos, de mano, protestan. Lo reflejado en la prensa. Pero rápidamente a uno de los colectivos donde predominen los dirigentes de uno de los sindicatos le suben el complemento de productividad y ya se ponen a favor. Es una técnica antigua. El primer paso es acusar al Ayuntamiento de estar metiendo una pila de pasta en el bolso de un montón de gente. Lo que es cierto. Se llame complemento de productividad o se llame suplemento de amistad. El segundo es acabar ampliando este complemento a otros ilustres defensores del sufrido funcionario.

De eso es de lo que trata la última maravilla verbal de Chaves. ¿Cómo se valora la productividad de un trabajador? Subiéndole el complemento al jefe, al amigo del jefe o al representante. No se trata de perres como pa facese ricu. Es el chocolate del loro. Pero, como en las novelas de piratas, por ese poco de chocolate hay gente que mata. En algún caso en vez del chocolate del loro se le da una tableta entera. Pero es parte del juego: la absoluta arbitrariedad a la hora de concederlo. ¿Cómo puede establecerse la diferencia entre la inmensa mayoría que cobra una mierda y el que supera los mil euros de complemento? Es imposible que sea en función del trabajo. Uno puede trabajar el doble que otro. Hasta el triple. Pero nadie puede trabajar cincuenta veces más.

Este sistema existe en todas partes. En la mina ya era hace años un asunto de escándalo. Ingenieros de pozos que no daban un duro cobraban un plus de objetivos: posiblemente por eso, porque el objetivo era que la mina no diese ni un duro. Y es una práctica que se extiende a la privada: el mayor suplemento lo cobraba el hijo del dueño en una empresa de servicios. A la pregunta de por qué esta arbitrariedad, su respuesta era clara: es el pago por tenerlo callado, no tener que verlo delante todo el día y que firme lo que yo diga cuando yo diga. Como se ve, ya está todo inventado. Chaves conoce esta historia de toda la vida. Lo que pasa que se lo trajo de nuevo a la memoria el ejemplo modélico de nuestros ayuntamientos. Se dijo a sí mismo: si se hace en la Asturies profunda, que es la cuenca, la mina, las barricadas, la lucha obrera, la dinamita? y no protesta nadie, esto lo aplico a España entera. Y dicho y hecho.