Resulta sorprendente que haya descendido el número de usuarios del ferrocarril en Asturias. Hay veces que pienso que lo nuestro es, fundamentalmente, llevar la contraria. En gran parte del mundo desarrollado se está inculcando la idea de la conveniencia de los transportes públicos frente al privado, el tradicional coche. Y de entre los públicos, el tren, el medio más sostenible y menos contaminante. Los expertos en la materia coinciden también en la necesidad de que el sistema ferroviario sea flexible para poder adaptarse a los requerimientos de los usuarios. Así, si el tren es tan rápido como el automóvil y llega casi hasta donde lo hace éste evitando sus inconvenientes (aparcamiento, atascos, multas y un precio del combustible que mete miedo), la lógica lleva a pensar que el ciudadano que va a desplazarse, optará por el tren, como sucede en muchos lugares de Europa.

Sin embargo, los usuarios asturianos se quejan principalmente de la lentitud del servicio y de la dificultad de los transbordos debido a la rigidez del sistema, motivo por el cual, cada vez más recurren al transporte por carretera. O sea, justo al revés.

Algo tiene que estar haciéndose muy mal para espantar a la clientela, que vuelve al clásico autobús o al coche. La verdad es que si uno analiza los tiempos empleados en los desplazamientos, se advierte un atraso notable, una lentitud que no casa nada bien con la necesidad que se pretende satisfacer. Si de aquí a Gijón vamos al paso de la burra, cuando por la autovía minera se planta uno en San Lorenzo en poco más de media hora, si los cambios de línea conllevan largas esperas, es normal que la gente acabe hasta las narices y vuelva a la carretera.

Y lo del tranvía en sustitución del tren, pero que circularía aún más despacio que éste, que ya es decir, sería la repanocha. Para eso están los trenecitos turísticos, que se detienen en los puntos más bonitos para hacer la foto. Pero lo que se requiere de verdad es agilidad, poder ir a Oviedo a hacer gestiones y volver pronto, sin demoras en las estaciones, sin hacernos demasiado viejos durante el trayecto. A todo tren, como se decía antes.