El «Winnipeg» fue un barco fletado, por iniciativa del poeta Pablo Neruda, con el objetivo de llevar hasta Chile a un grupo numeroso de refugiados españoles en Francia. La operación se hizo en 1939 cuando el gobierno de aquel país estaba presidido por el frente-populista Pedro Aguirre Cerda, quien pensando que Chile necesitaba mano de obra aconsejó que los pasajeros fuesen útiles para la industria, la minería y la agricultura, en vez de intelectuales y que los cupos del barco se distribuyesen de forma proporcional entre todos los partidos, agrupaciones y sindicatos antifranquistas.

La historia oficial también nos dice que en el viejo carguero preparado para la misión, pudieron embarcar 2.365 exiliados con un pasaporte colectivo hasta Valparaíso, adonde llegaron -aunque no todos- el 3 de septiembre de 1939, después de haber partido el 4 de agosto de 1939 desde el puerto de Trompeloup, cerca de Burdeos e incluso que muchos de ellos eran niños, que siguieron escolarizados a bordo. La realidad fue que el «Winnipeg» cumplió su cometido, pero la poderosa mano del estalinista Neruda se encargó de seleccionar a sus viajeros dando preferencia a sus camaradas del partido Comunista y marginando especialmente a los trotskistas y los anarquistas.

El laureado poeta, que unía a esta condición la de político, ya había sido diplomático en Barcelona y Madrid y lo era entonces en París, cuando el presidente lo designó como cónsul especial de la inmigración española en Francia. Él contó en uno de sus poemas el episodio del barco, escribiendo: "Yo decretaba el último Sí o el último No. Pero yo soy más Sí que No, de modo que siempre dije Sí», aunque los expertos que han investigado este capítulo, como el escritor americano Stephen Schwartz, afirman que «Neruda jugó el papel de un Schindler al revés», y el mismo lo confirmó en un informe de junio de 1939 al escribir: «Por ejemplo, yo me he negado a la entrada de anarquistas, Méjico los recibía hasta hace poco y ahora no sabe qué hacer?».

El «Winnipeg» era en aquel momento la última esperanza de muchos refugiados que habían pasado por las cárceles o los campos de concentración del país galo y tuvieron que volver a ellas y en no pocos casos seguir combatiendo, esta vez contra la Alemania nazi en la nueva guerra que estaba a las puertas de Europa. Por ello algunos como el conocido cenetista Josep Peirats, que había conseguido huir de uno de aquellos campos, intentó subir a bordo con otros compañeros, pero fue desembarcado por que no comulgaba con la ideología de los organizadores.

Quien sí lo consiguió fue el asturiano Fernando Solano Palacio, que pudo burlar la vigilancia y viajar como polizón., y como no sé si les suena de algo este nombre, ahora paso a contarles quien fue.

La breve biografía que se repite cuando se le menciona afirma que se desconoce su lugar de origen y que murió en Gijón en 1974. Después de buscar por los registros civiles puedo aclararles por fin estos datos: efectivamente murió en Gijón, de senectud, dice su partida de defunción, pero fue el 27 de octubre de 1973, y había nacido en Morcín el 26 de agosto de 1887, luego emigró siendo aún muy joven hasta América, pasando en diez años por Argentina, Chile, Panamá y Nueva York donde se empleó en unos astilleros. Ya de regreso, en España empezó a colaborar en publicaciones anarquistas como Tierra y Libertad o La Revista Blanca.

En la primera página de sus memorias, el recordado anarquista felguerino Aquilino Moral hizo una relación de sus compañeros asturianos más destacados y lo cita en ella aclarando que residía en Mieres, una zona en la que la CNT estaba en clara desventaja frente al todopoderoso Sindicato Minero de Manuel Llaneza; pero a pesar de esta circunstancia, pudo participar activamente en la preparación y desarrollo de la revolución de Asturias dejando su testimonio de estos hechos en el libro La revolución de octubre. Quince días de comunismo libertario en Asturias, escrito en la cárcel de Oviedo por consejo de Diego Abad de Santillán.

El libro se publicó inicialmente firmado con el seudónimo de «Ignotus»y tiene su propia historia, ya que durante la guerra corrió el rumor de la muerte de Solano en Asturias, y Manuel Villar encargó una segunda edición que firmó sin ningún reparo con su nombre, cambiándole el título por el de El Anarquismo en la revolución de Asturias.

No fue esta la única anécdota que envolvió a sus publicaciones. Cuando vio la luz «La tragedia del Norte», un grupo de asturianos, entre los que se hallaban individuos recién ingresados en la organización de la CNT, procedentes en su mayoría de partidos políticos, molestos por algunas de sus opiniones intentaron expulsarlo de la CNT y de la FAI, para poder asesinarlo después. Afortunadamente, los libertarios catalanes desbarataron aquel montaje y pudieron salvarlo.

Posteriormente volvió a ser detenido varias veces, juzgado por sus actividades y condenado a la última pena y en una ocasión apaleado casi hasta la muerte por la policía madrileña. En el año 1938 también salió de otra situación extrema gracias a la intervención del comandante Rozas, otro langreano que había luchado a su lado en el batallón Asturias 52?pero en este momento no puedo ampliarles estos capítulos porque el espacio me obliga a ceñirme al relato de lo ocurrido con el «Winnipeg».

En el Archivo Nacional de Chile se conservan dos documentos que certifican el desembarco de 24 pasajeros, disidentes de la línea ortodoxa del PCE, en el primer puerto que el buque tocó en aquel país, el de Arica, ciudad conocida allí como la «puerta norte», por su proximidad a la frontera con Perú, mientras que otros 16 -los anarquistas- también fueron detenidos por viajar sin pasaporte. Aunque en realidad se los habían entregado a Ernesto Mollenhauer, sobrino de una autoridad militar chilena, quien se los solicitó para el trámite del desembarco, aduciendo después que los había extraviado, en una clara maniobra para poder acusarlos.

En los dos casos se adjuntan los nombres de los afectados y en el grupo de los 16 figura Fernando Solano Palacio, con estos datos: «natural de Asturias, 45 años, casado, lee y escribe, periodista, hijo de Manuel y Florentina. Exhibió carnet de miliciano».

Dicen que este pequeño grupo de libertarios fue recibido en la rada de Valparaíso por una lancha, donde sus compañeros los acogieron agitando banderas rojinegras. Luego, cada uno fue haciendo su vida. La del morciniego llenaría muchas páginas y está por contar, aunque de lo que sí disponemos es de su extensa obra en la que se encuentra desde un libro de versos titulado Jardín de Acracia, que escribió a medias con otro poeta de curioso nombre, Astru Astur, hasta numerosos artículos en prensa.

Entre sus libros, muchos de ellos publicados por La Revista Blanca, están «Aurora», «La mujer y el ideal», «Amor y sacrificio» y «El arreo». Aunque seguramente su novela más popular es «Entre dos Fascismos, Memorias de un voluntario de las Brigadas Internacionales», una critica al estalinismo que fue publicada en Valparaíso, donde pudo abrir una imprenta y ayudar a montar la editorial «Más allá», con la que también editó «El Éxodo por un refugiado español», donde contó lo ocurrido entre el 21 de febrero hasta el 4 de septiembre de 1939 con su huida y estancia en Francia y el viaje del «Winnipeg».

Fernando Solano Palacio pasó la mitad de su vida en Chile sin abandonar nunca su militancia, integrándose en el Grupo Anarquista Enrique Arenas y en la Federación Anarquista Internacional del país, por ello sus aportaciones a la prensa anarquista internacional, desde 1915 hasta los años setenta son incontables. Finalmente, cuando se encontró de cerca con la muerte quiso volver a quedarse para siempre en tierra asturiana, aunque, como ocurre casi siempre, entre nosotros es casi un desconocido.