El dilema es considerable: ¿cómo se sostiene una empresa municipal de transportes en un concejo que pierde constantemente habitantes, en particular, en el área rural, y por tanto, usuarios, en un entorno económico como para echarse a llorar, cuando los fondos públicos que hasta ahora sostuvieron una actividad condenada a ser deficitaria no hacen más que mermar, cuando no desaparecer y, para rematar, una normativa estatal que condena a las empresas públicas no rentables? Es la cuadratura del círculo.

Los que llevamos años viendo circular los autobuses mierenses prácticamente vacíos hace mucho tiempo que nos preguntamos cuánto más aguantaría Emutsa. Como también nos preguntamos por qué no se afrontó la progresiva adaptación de la empresa a una situación que, esta vez sí, se veía venir.

Una reconversión puesta en marcha con la antelación suficiente habría evitado vernos en el trance actual. ¿Qué fue de la ciudad del transporte, del centro de formación, del carísimo simulador? Quién sabe, quizás, de haber tomado alguna decisión con perspectiva de futuro, hoy Emutsa podría abarcar otras actividades relacionadas con el transporte, aportando esos fondos que el servicio de autobuses no genera, sorteando así las limitaciones impuestas por el Gobierno central, reubicando a su personal en otros puestos. Pero no; a pesar de las señales, no se hizo nada, tira que libras, cruzando los dedos año tras año para que a nadie se le ocurriera eliminar las partidas presupuestarias de las que se alimenta la empresa. Y entramos en vía muerta, con los topes cada vez más próximos.

La necesidad de que el servicio municipal de transporte continúe existiendo no necesita justificación para quien conozca nuestro concejo, sus dimensiones, la diseminación de los habitantes en infinidad de pequeños núcleos de población y el aislamiento que la desaparición de Emutsa podría causar. Eso lo sabemos nosotros, pero seguramente, el tipo de las cizallas en Madrid ni lo sabe ni le importa. Él sólo ve los números. Y son muy rojos. Corren tiempos en los que el servicio al ciudadano cede ante el principio de la rentabilidad. Emutsa no son sólo autobuses; por encima de todo son personas, vecinos nuestros que temen que su medio de vida se agote. Y algunos se preguntarán por qué no se hizo nada antes.