El castillete principal del pozo Santa Bárbara surge gastado elevándose casi hasta los 40 metros de altura. A su lado, la imponente sala de compresores se muestra ajada, pero aún así luce como un edificio formidable. Esta emblemática explotación minera, la primera mina asturiana declarada Bien de Interés Cultural (BIC), está siendo restaurada. Esta actuación es el mejor antídoto contra el olvido. Unas 80 personas visitaron ayer este valioso legado industrial, en el marco del programa de visitas guiadas que promueve el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. "El pozo Santa Bárbara está siendo sin duda el más demandado", destacó ayer el guía Miguel Busto, de la empresa coordinadora.

El esperado inicio del programa de visitas al pozo Santa Bárbara, que se desarrollará cada fin de semana hasta el 26 de octubre, arrancó ayer sin profundizar todo lo que estaba previsto. Por motivos de seguridad no se accedió al interior de la vieja explotación. "No es del todo seguro y además es conveniente no entorpecer los trabajos de restauración", explicó Busto. Aún con esta notable limitación, la experiencia resultó instructiva para los participantes. El paseo por las inmediaciones del la mina de La Rabaldana se estructuró en cuatro pases, con grupos de unas 20 personas. La primera ronda se hizo a las once de la mañana. "Somos de Madrid y estamos pasando unos días en Asturias, nos enteramos de esta iniciativa a través de la web del Ministerio y me pareció interesante". Santiago Gómez disfrutó de la vivencia: "Es importante mantener en buenas condiciones el patrimonio industrial".

La recuperación de la sala de compresores, construida en 1915 y modificada en 1960, supone la actuación más importante dentro del proyecto de reforma del pozo Santa Bárbara, que se ejecuta con 662.483 euros de presupuesto. Entre los visitantes que ayer acudieron a la mina se encontraba José Díaz Fernández. A este mierense poco había que explicarle. Él participó hace medio siglo en la ampliación de la sala de compresores. Por entonces era ayudante entibador, aunque hacía horas extras trabajando en la obra: "Recuerdo que me pagaban 6 pesetas la hora, no era mucho, pero al menos entonces todos teníamos trabajo", indicó.

No poder pisar las instalaciones del pozo turonés fue un chasco para algunos de los presentes. "Tal vez haya resultado un poco prematuro organizar ahora estas visitas y hubiera sido mejor dejarlo para cuando las obras estén ya avanzadas", remarcó el turonés Carlos Vega. La visita se diseñó en tres fases. En la primera, el guía, en el acceso principal a la explotación, hizo una introducción sobre la vinculación de Turón a la minería. El valle llegó a tener más de 200 bocaminas, aunque desde 2006, con el cierre del pozo Figaredo, ya no se pica carbón. La segunda parada se estableció en una explanada con vistas a la mina. Para acabar se hizo un alto en el socavón de La Rabandana, recientemente restaurado por el grupo de arqueología industrial de la asociación "Santa Bárbara" y que, en 1891, fue el embrión del pozo: "Este tipo de enclaves son un recurso con una gran capacidad de atracción turística", afirmó la lenense Covadonga Fernández.

Para participar en las visitas, lo único que hay que hacer es inscribirse en un formulario que está disponible en la web "visitasrestauracion.es", y poner los tres horarios más convenientes. Desde la administración se responde, vía correo eléctrico, ofreciendo un horario de visita, que luego puede confirmarse o modificarse.