El día 5 de octubre de 1934 comenzó en Mieres una revolución. Aquella madrugada los mineros se echaron a la calle con todas las consecuencias siguiendo un plan elemental de acción cuyo primer punto pasaba por neutralizar cualquier oposición que pudiese obstaculizar su avance. El primer objetivo fueron los cuarteles de la Guardia civil y de la Guardia de Asalto para detener a los uniformados y además hacerse con su armamento.

La operación coordinada comenzó a la una de la mañana y se prolongó toda la noche con grupos organizados de treinta hombres equipados con escopetas de caza, algunas pistolas, viejos fusiles alemanes que se habían reparado clandestinamente pocos días antes en los talleres de fábrica y sobre todo dinamita.

A las seis se inició el ataque al Ayuntamiento, donde se habían atrincherado unos guardias. A las ocho y media el edificio cayó en manos de los mineros. Las fuerzas del orden contaron tras el tiroteo dos bajas mortales y diez heridos. Una vez evacuados, Manuel Grossi proclamó desde el balcón ante dos mil personas la República socialista. Nadie sabía entonces que uno de los guardias se había escondido en el reloj del consistorio e iba a permanecer allí, sin comer ni beber, durante tres días.

Grossi contó todo esto en "La insurrección de Asturias" y también cómo se desarrolló inmediatamente la toma del palacio de Camposagrado, en La Villa, que en aquel momento era el cuartel de los Guardias de Asalto. Allí se vivió un hecho desagradable que acabó provocando un innecesario baño de sangre con víctimas en los dos bandos; el culpable tenía nombre, apellidos y alias: Remigio Fueyo "Fantomas".

Veamos el relato que hizo Manolé, quien estuvo en primera línea: "Nos encaminamos hacia el cuartel de los guardias de Asalto (a las ocho y media de la mañana, una vez tomado el Ayuntamiento). Por mi parte querría, si ello fuera posible, evitar la efusión de sangre. Tenemos en nuestro poder al sargento de los guardias de Asalto. Quizá pueda él influir para que se rindan estos sin lucha. Se lo digo. Él se niega alegando que no sabe lo que les tiene que decir. Redactamos una cuartilla y se la entrego para que la lea ante sus compañeros. Él muestra su conformidad.

Llegamos ante el cuartel. El sargento da lectura al escrito que acabo de entregarle. Tras una corta deliberación, los guardias de Asalto deciden rendirse sin lucha. Nos mandan para comunicárnoslo a un emisario. Está éste cumpliendo su cometido cuando un desgraciado apodado "Fantomas" le da un culatazo en la cabeza. Los otros guardias, que presencian la escena desde el cuartel, rompen inmediatamente el fuego contra nosotros, hiriendo a varios camaradas. Algunos mortalmente.

Nos encontramos a unos metros de la puerta del cuartel. Comprendemos que un retroceso en estas condiciones sería darles a los guardias la sensación de la derrota. Decidimos avanzar a toda costa. Nuestra decisión en el ataque se ve coronada por el éxito; diez minutos después logramos apoderarnos del cuartel. Han caído muertos todos los guardias que se encontraban en el interior del edificio. Sin el gesto imbécil de "Fantomas" se hubiera evitado este estúpido derramamiento de sangre".

Como saben, "Fantomas" es un personaje de novela que se hizo famoso a principios del siglo XX. Cuando sus autores lo idearon pensaron en un ser siniestro, sin piedad y que disfrutaba matando de una forma sádica. Así apareció también en las películas mudas que seguramente vio Remigio Fueyo en su juventud antes de aceptar el apodo con el se lo conocía en Mieres. Era un hombre violento que ya había estado en prisión por matar a un compañero en el curso de una discusión en marzo de 1929. Pero cuando el destino le puso en el medio del río revuelto que trajo octubre de 1934 quiso demostrar ante todos el mote que le habían puesto le venía al pelo.

Tras la derrota revolucionaria, Remigio pudo escapar y refugiarse en la Hueria de San Tirso; por allí anduvo hasta que la Inspección municipal recibió una confidencia y el inspector de la Guardia urbana ordenó a un agente llamado David Suárez que hiciera una investigación de incógnito por los citados pueblos. En un principio no lo pudo encontrar, pero dejo claro en su informe que, efectivamente, merodeaba, por dichos pueblos. Entonces se redobló la vigilancia hasta que en la noche del sábado 18 de mayo de 1935 pudo organizarse una partida dirigida por el mismo inspector e integrada por el subinspector, el guardia David y el teniente de los guardias de Asalto con varios números.

Estas fuerzas rodearon el pueblo de La Espina, ya en el concejo de Langreo, y procedieron a registrar aquellos sitios donde suponían que podía ocultarse el huido hasta que a las dos y media de la madrugada del domingo lo encontraron oculto en un hórreo.

La noticia recogida por la prensa aclaraba que "Fantomas" no llevaba armas encima y tampoco ofreció resistencia alguna. Luego daba unos datos interesantes: "A este individuo se le acusa de dar muerte en los primeros días de la revolución a don Joaquín Lobo (a) "El Tolundru" y de tomar parte en otros asesinatos", añadiendo que la detención tenía suma importancia, puesto que se trataba de un individuo que las autoridades buscaban por todos los sitios, por estar muy comprometido en los hechos revolucionarios.

Al leer esta acusación llama la atención ver que no aparece una referencia expresa a lo sucedido en la toma del Palacio de Camposagrado, seguramente porque en aquel momento no se asociaba a Remigio Fueyo con el hecho y aún hubo que esperar unos meses a que Manolé Grossi publicase su magnífico libro sobre la insurrección poniendo los puntos sobre las íes. De cualquier forma está claro que el hombre tenía encima otras muertes que también habían causado rechazo, entre ellas la del citado "Tolundru", un suceso del que no he sido capaz de encontrar más datos.

Cuando "Fantomas" ingresó en la cárcel a disposición de la autoridad militar, la opinión pública española ya tenía noticia de la represión y las torturas que habían sufrido los detenidos por participar en los hechos revolucionarios y se miraban con lupa las condenas y el trato a los presos que seguían produciéndose con cierta frecuencia; por ello no fue condenado a muerte, pero tampoco contó con la solidaridad de los otros presos que conocían bien su historia.

Siempre se ha escrito que los únicos ajusticiados tras la revolución de octubre fueron dos hombres: el civil Jesús Argüelles "El Pichilatu" y el sargento de Infantería Diego Vázquez Corbacho y ambos ya habían sido fusilados el 1 de febrero de 1935, meses antes de la caída de "Fantomas".

"El Pichilatu" era un viudo de 35 años con una hija de 15, que fue acusado de haber ametrallado a ocho personas en las calles de Oviedo, y ha vuelto a la actualidad hace poco porque según unos papeles encontrados en una logia masónica francesa parece que era hijo ilegítimo del político Melquíades Álvarez. No sé si han seguido esta polémica, pero la familia del político reformista defiende su memoria y rechaza este parentesco manifestando su indignación.

Por su parte, al sargento Vázquez, que había desertado del Cuartel de Pelayo en Oviedo en el que servía, para pasarse a las filas de los mineros junto a los que combatió activamente, se le hacía responsable de haber utilizado escudos humanos en uno de los enfrentamientos, pero la realidad era que su muerte debía servir de ejemplo para evitar a sus compañeros la tentación de sumarse a otras movilizaciones populares.

"Fantomas" pudo lograr la libertad con la amnistía del Frente Popular, pero volvió a ser detenido en Mieres tras la Guerra Civil. Entonces ya era un personaje suficientemente conocido y odiado, de manera que no estuvo mucho en la cárcel del Convento. Alguien se acordó de su actuación en el combate del Palacio de La Villa y también del caso de otro infeliz al que llamaban "Cachorrín" y al que acusaban de haber matado a dos frailes pasionistas y fue a por ellos a los pocos días de la entrada de las tropas de Franco.

Sin que mediase ningún juicio ni nadie amagase con frenar a los ejecutores, una ventosa mañana de aquel otoño de 1937 los dos fueron fusilados ante las tapias del cementerio de La Belonga y sepultados en una fosa sin nombre. No sé si "Cachorrín" y "Fantomas" habían vuelto a meter la pata durante la contienda, pero seguramente quienes los buscaron querían venganza por sus actos durante la revolución de Asturias. Por eso creo que sus muertes deben considerarse más como una consecuencia tardía de los hechos de octubre de 1934 que como un hecho derivado de la guerra civil. Es mi opinión.