El barman que saluda en alemán

Cierra sus puertas el Portofino, cafetería de Mieres regentada durante tres décadas por el popular hostelero Manuel González Sánchez, "Lito", y su familia

Manuel González, "Lito", en el Portofino, esta semana. FERNANDO GEIJO

Puede decirse que el mierense Manuel González Sánchez, conocido durante los últimos treinta años como "Lito el del Portofino" y antes como "Lito el del Séneca", ha sido un barman en el sentido clásico del término en la medida en que su quehacer como profesional de la barra ha tenido siempre un toque de espectáculo, derivado de una personalidad expansiva, proclive a la broma cómplice con los clientes y singularmente apasionada cuando se habla de fútbol, de política o de Alemania, adonde emigró antes de convertirse en uno de los hosteleros más populares de Mieres a partir de los años setenta del pasado siglo.

Lito se jubiló hace ya un lustro, tiempo en el que su esposa Elda Fernández ha estado al frente del negocio, Cafetería Portofino. Ayer, viernes, la familia puso fin a 44 años de dedicación a la hostelería de Mieres con el cierre del establecimiento ubicado en los jardines del Ayuntamiento, que una nueva dirección reabrirá con otro nombre. El Portofino, frecuentado durante décadas por los políticos locales y en alguna medida apéndice de la sede consistorial donde se engrasaron acuerdos o decisiones de corporaciones y gobiernos, fue el lugar al que Manuel González Sánchez dedicó casi cada hora del día desde 1983 hasta su jubilación, la última parte de una azarosa vida profesional que en cierto modo retrata las dificultades compartidas por buena parte de su generación, la nacida en los albores de la Guerra Civil y criada en los rigores de la posguerra.

Lito nació en Brañanoveles, aldea rural del extrarradio de Mieres, origen que siempre remarca con orgullo y del que conserva, entre otros recuerdos de niñez, aquellos de cuando, tras la guerra, llevaba comida a los "fugaos" que buscaban refugio en los pajares cercanos a unos pueblos donde abundaba la militancia política y sindical socialista, que era la de su familia y que él heredaría. El contacto con la hostelería no fue en absoluto temprano. Mucho antes de ser conocido así, "Lito el del Portofino" empezó trabajando de pinche, con 13 años, en la construcción de las colonias de Santa Marina, y en agosto de 1949 entró en Noriega, empresa minera con explotaciones en Santirso. "No alcanzaba la edad legal, pero Vital Álvarez-Buylla, que era el médico de la empresa, me falsificó el certificado para poder trabajar", recuerda sobre quien a partir de 1979 se convertiría en el alcalde más carismático del concejo.

La transición entre los años 50 y 60 fue de crisis para las empresas mineras de tamaño modesto, damnificadas por el final de la autarquía económica en España y por la revisión de las políticas proteccionistas sobre el carbón. Noriega cerró y Lito perdió su trabajo minero. Casado ya con Elda y padre muy reciente de Lorena, la primera de sus dos hijas, miró como miles de españoles hacia la emigración. "Había leído que en Alemania había mucho trabajo en una zona industrial ubicada entre Stuttgart y Frankfurt; fui a Oviedo, compre un billete de tren y emigré". Manuel González se apeó del tren en Alemania el 3 de enero de 1963 con una maleta, sin contacto alguno en el país e ignorando por completo el idioma. Pero efectivamente abundaba el trabajo en aquella Alemania que dejaba atrás la posguerra europea y tiraba de la economía continental en mitad de la Guerra Fría. Frío el que se topó Lito allí: "Aquel primer invierno tuvimos hasta dieciocho grados bajo cero".

El minero mierense encontró de inmediato trabajo en un hotel, "metiendo platos en la máquina de fregar", y después también como operario en una fábrica de cuero filial del gigante Benz. Tomó la decisión de estudiar alemán, algo no tan frecuente entre los inmigrantes españoles. Así que durante unos años sus días laborables se repartían entre la jornada en la fábrica, el segundo trabajo en el hotel y dos horas diarias de clase de alemán. El conocimiento del idioma le convertiría durante el resto de su estancia en el país en el intérprete o traductor al que se recurría en la fábrica para intervenir en asuntos que concernían a los españoles. "Éramos miles", subraya.

Después de ocho años, Lito y Elda, establecida junto a él en Alemania, tomaron el camino de vuelta. "Yo tenía mal de hija", explica Lito sobre las razones del retorno. Lorena se había quedado en España al cuidado de unos parientes. "Caí de pie en Alemania, y he de decir que allí me sentí tratado como un ciudadano más", resume sobre su época de emigrante.

De vuelta a España, la familia empezó en la hostelería en mayo de 1971, al frente de Mesón El Seneca, un negocio que había quedado vacante por un embargo. Situado frente a "la Pista de Sampil", sala de fiestas por excelencia en aquellos años, y cerca también del cine-teatro Capitol, el Seneca sacó partido de aquellos años de esplendor hostelero de Mieres, cuando el concejo rondaba los 65.000 habitantes, con la minería y la siderurgia aún lejos de las drásticas reconversiones posteriores y con la calle la Vega, la del Seneca, conocida en toda Asturias como "la calle del viciu" por la altísima concentración de establecimientos y su gran ambiente. El Seneca se promocionaba en la prensa como el local "de la juventud" y se sumaba al entusiasmo deportivo de aquellos años con la creación de una peña caudalista.

Para sorpresa y regocijo de los parroquianos, Lito saludaba en alemán en el Seneca, como siguió haciendo luego durante tres décadas en El Portofino, la cafetería de la que se hizo cargo la familia a principios de los años ochenta tras cerrar su primer negocio. Allí trasladó también su pasión por el fútbol, una verdadera militancia en los colores del Athletic de Bilbao que heredó de su padre y que hizo de sus bares puntos de encuentro de los seguidores del equipo del mítico guardameta Iríbar, uno de los íconos del santoral laico de este barman nacido hace 80 años en Brañanoveles, "socialista de los del Norte" y que tiene refranero propio para establecer las diferencias entre españoles y alemanes: "En Alemania, seis pepinos son media docena; aquí, cinco y medio, pero decimos que son más gordos".

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