La fórmula del éxito toma forma con frecuencia sobre un soporte de sencillez. En estos casos, la asociación de ideas es inmediata. En la comarca del Caudal hay muchos ejemplos. Se escucha bicicleta e infierno y automáticamente se piensa en el Angliru. Basta decir escanciador y terrazas para sentir la plaza de Requejo. Si se habla de romería y cuesta, poco más hay que añadir. Estamos en Los Mártires, la popular fiesta mierense que exige pagar un tributo a quienes le reclaman diversión. Miles de personas remontaron ayer la "cuestona" de Insierto para envolverse en un plácido sofoco de asturianía. La empinada carretera aguantó a duras penas el empuje de la avalancha humana que ayer tomó al asalto el valle de Cuna y Cenera.

La romería de Los Mártires no tiene nada singular. Podría decirse incluso que está vacía de contenidos. Un escéptico sin experiencia previa la definiría como una sucesión de misas en un pequeño templo de pueblo mientras en los "praos" de los alrededores miles de personas comen bocadillos y beben sidra. Realmente hay poco más, pero nos olvidamos de un intangible. El encanto y la magia de una cita convertida en tradición y que contribuye a reforzar el sentimiento de cohesión de una comunidad.

"Lo que más me gusta de Los Mártires es que no te aburres ni un minuto y lo peor es que el día te pasa sin que te enteres; en cuanto te descuidas vez que oscurece", aseguraba ayer José Álvarez, un jubilado del pozo Nicolasa que este año acudió a Insierto, por primera vez, con su nieto, de meses de vida. Mientras tiraba cuesta arriba del carricoche, un conocido le llamaba la atención con buen humor y buen tono de voz: "¡Estas ablandando a la criatura; que suba de la mano del güelu, que ya tien seis meses!". El orgulloso abuelo lo dejó "para el año que viene".

Los Mártires son punto de encuentro. La fiesta es muy larga, desde la aurora hasta la siguiente madrugada. Un rato antes de las siete de la mañana ya había ayer actividad alrededor de la iglesia de Los Mártires, un pequeño templo con pinceladas barrocas construido en el siglo XVIII. Las misas se sucedieron hasta ya casi las dos de la tarde. A media mañana, algo antes, los romeros que subían la "cuestona" de Insierto coincidieron en la ruta con Juan Antonio Menéndez, Obispo Auxiliar de Oviedo, que subió a pie hasta el santuario para oficiar la misa principal. Tras la procesión con las imágenes de San Cosme y San Damián, la fiesta mostró su semblante más laico.

El rústico bar de campaña y los puestos artesanos colocados en las proximidades del santuario fueron casi tapados por la avalancha de personas que durante toda la mañana se dieron cita en los alrededores de Insierto: "En esta fiesta resulta imposible hacer un cálculo del número de asistentes, ya que la gente se dispersa por todo el valle, pero está claro que hablamos de varios miles", explicó ayer un responsable del área municipal de Festejos. Los Mártires contaron ayer con un importante factor a favor. Lució un sol esquivo al otoño. El día hizo revivir el ya enterrado verano. Las familias y las peñas de amigos buscaron cobijo en las sombras, bajo cada castaño, para poder comer al fresco. No había cobijo para todos, por lo que pronto los "praos" se llenaron por completo de romeros. "Este año la hierba no está muy seca, el paisaje es inmejorable", apuntó Charo Vallejo, una incondicional de la fiesta.

Las actuaciones

La música y el baile estuvieron ayer muy presentes en Los Mártires. El grupo folclórico "Ruxidera" y la Banda de Gaites "Villa de Mieres" acompañaron a los participantes en la romería durante toda la mañana. Por la tarde actuó "Spanta la Xente", ya en la carpa festiva instalada en el pueblo de Insierto. Más tarde le tocó el turno a las orquestas "Assia" y "Versión Original". Al cierre de esta edición, la fiesta proseguía. El tejido hostelero del valle de Cuna y Cenera también se sumó ayer a la celebración, compitiendo por captar clientes.