Vender caro y comprar barato bajo el mismo toldo es casi siempre inviable. El Mercaón de Cabañaquinta, para muchos la principal feria de ganado de las Cuencas, ofreció ayer un amplio abanico de interpretaciones sobre la ley de la oferta y la demanda. El ganadero Víctor Manuel Pérez permanecía al mediodía apoyado en su cachava con cara de indiferencia al tiempo que mantenía una distendida charla con otros tratantes. "Esti añu los precios han bajado, la carne está barata". Aún pronunciaba la frase cuando se incorporó al grupo José Manuel Martínez, propietario de la carnicería "El Quirosano", en Gijón. "Tenéis que bajar algo los precios, esta xata la compró en la Pola (Siero) por cincuenta euros menos", espetó. El animal estaba tasado en unos 650 euros. "Ya, pero la calidad es mayor, estos xatos están marcados (denominación de origen) y se han criado en los mejores pastos", contestó otro de los ganaderos presentes. "Bueno, la calidad no la discuto", concluyó Martínez.

Cabañaquinta acogió ayer una nueva edición de su popular y multitudinaria feria ganadera, a la que concurrieron cerca de un millar de cabezas de ganado, setenta por ciento de vacuno y el resto mayoritariamente caballar. Los tratantes se quejaron de que las ventas no alcanzaron los niveles de pasados años: "Hay mucha gente, como siempre, pero se han cerrado menos operaciones y tampoco se está pagando mucho". Las vacas se compraron, de media, por poco más de mil euros: "El viernes hubo bastante más actividad comercial, hoy la cosa está algo parada", señaló Jesús Ordóñez "Chusín", uno de los criadores más veteranos y posiblemente el más respetado de cuantos se citan cada año en Cabañaquinta. A sus 82 años, no recuerda el origen de la feria: "Ya cuando era crío los mayores hablaban de El Mercaón, su nacimiento es difícil de concretar en el tiempo".

El popular certamen ganadero allerano reunió ayer a cientos de personas. Pese al desapacible tiempo, con un lluvia incesante y frío, la cita mantuvo su capacidad de convocatoria. Cabañaquinta se vio desbordada ante una avalancha de visitantes. Los aparcamientos se cotizaron caros. Cientos de vehículos llenaron las cunetas de las carreteras de acceso a la zona rural, con filas de vehículos de más de un kilómetro de longitud. En las calles que rodean el recinto ferial de Cabañaquinta se instaló un mercadillo de herramientas, productos de temporada, antigüedades y ropas que también despertó el interés de numeroso público. Además, la hostelería se aprovechó del tirón de El Mercaón con una oferta culinaria especial para la ocasión. Muchos establecimientos configuraron una especie de jornada gastronómica donde los callos, el jabalí y el pote asturiano fueron los platos más demandados por la clientela, que llenó los comedores de bares y restaurantes.

La actividad ganadera era ya intensa a las seis de la mañana. Hubo quien pasó la noche en el recinto y algún trato se cerró de madrugada, "entre copa y copa", según apuntó con humor Ramón González. A la una de la tarde los camiones de transporte comenzaron a entrar en el ferial para recoger los animales. A partir de ese momento, el público fue desalojando poco a poco el equipamiento ganadero. Muchas reses cambiaron de dueño y miles de euros cambiaron de manos.