El cónsul honorario de la República Checa, Amalio García, hizo ayer una de sus últimas apariciones públicas antes de ser relevado en el cargo. García, que llegó al cargo en julio de 1999 en reconocimiento por su labor de relación empresarial y social entre España y la República Checa, aseguraba junto al Monumento al Minero de Mieres que "voy camino de los 93 años, ya era hora del relevo". Una despedida que muchos vivieron con cierta melancolía, ya que no ha fallado nunca a su cita en la ofrenda floral de la festividad de Santa Bárbara.

Pero pocos conocen la historia de este sotrondino que nació un 27 de agosto de 1923. García era hijo y nieto de mineros. Su padre, que falleció en un accidente laboral, era ingeniero de la empresa Carbones La Nueva, a la que se incorporó el cónsul con catorce años. Años más tarde, a los veinticinco, fundó su primera empresa dentro del sector de la minería, llegando a dirigir el grupo Carbomerc-Emcor dedicado al estudio y ejecución de proyectos de mecanización integral de capas de carbón, ejecución y avance de galerías, suministro de equipos para la minería subterránea, realización de sondeos, perforaciones y pozos, y diseño, construcción y montaje de equipos eléctricos de potencia y control en labores subterráneas. Todo este trabajo le sirvió en 1999 para que el presidente checo Václav Havel, premio Príncipe de Asturias, le reconociese su labor y las buenas relaciones con su país, nombrándolo cónsul honorario. No sería el única reconocimiento, el Gobierno Checo le otorgó en 2009 la Medalla de Asuntos Exteriores por su contribución al desarrollo de las relaciones checo-españolas. Como cónsul, Amalio García ha organizado diferentes encuentros este autoridades checas y asturianas, además de encargarse de la preparación de una reunión en España de los embajadores de los países pertenecientes a la CE con motivo de la presidencia checa.