"Nos dio un susto de muerte, nunca pensamos que esto nos podía pasar"

Los alleranos atracados en su casa y amenazados con un gran cuchillo reconocieron al joven asaltante, ya detenido, al que casi alquilan un piso

José Luis de la Iglesia y María Elena Fernández, ayer, en el salón de su casa. J. R. SILVEIRA

María Elena Fernández y José Luis de la Iglesia se llevaron el susto de su vida en la tarde del jueves. Un hombre entró en su vivienda, encapuchado, con máscara y gafas, y los amenazó con un cuchillo de grandes dimensiones para que le dieran dinero. El matrimonio recordó ayer la historia y, ya con el susto más lejos, reconocieron que el asalto fue un tanto "chapucero". Como en una película mala de humor negro, el hombre fue dejando pistas por toda la casa que ayudaron a la Guardia Civil y la Policía Local a localizarlo sólo una hora y media después de que cometiera el asalto. El presunto autor de los hechos es un joven de 27 años, de origen hondureño, que había negociado con la pareja para ser su inquilino en un piso de Nuevo Oyanco. "Nos dio un susto de muerte, nunca pensamos que nos podía pasar algo así", aseguraron ayer los alleranos.

Estaban a la mesa cuando llamaron a la puerta. "Siempre abro la mirilla, para ver quién es, pero estos días andamos con mucho movimiento en el vecindario por una avería que tenemos en la red del agua", explicó De la Iglesia. Abrió la puerta y encontró a un hombre con una capucha azul, una máscara negra y gafas rojas. El primer pensamiento que tuvo es que aquello tenía que ser una broma. Pero no lo era. El hombre sacó un cuchillo de grandes dimensiones, "de los que se llevan al monte", y le comunicó que quería dinero: "Me dijo que le diera doscientos, trescientos o cuatrocientos euros", afirmó el vecino.

José Luis de la Iglesia fue hasta la cocina, donde estaba su mujer, y le pidió que le diera lo que llevaba en la cartera. "Traía diez euros, porque acababa de hacer la compra", explicó ella. Al atracador no le pareció bastante y dirigió entonces la amenaza a la mujer. Le puso el filo del cuchillo en el abdomen y se dirigió a De la Iglesia: "Dame más dinero", reiteró el hombre encapuchado.

"Si no es por mi mujer me hubiera enfrentado a él, pero tenía mucho miedo por ella", aseguró De la Iglesia. Sí intentó quitarle el cuchillo en dos ocasiones, razón por la que luce dos heridas en sus dedos. De la cocina lo condujo al salón en busca de más dinero. Allí, el atracador dio las primeras pistas: "Me dijo que él había arreglado mi teléfono una vez", aseguró el allerano. La cabeza de este vecino viajó unos meses atrás en el tiempo. Recordó que había recibido en ese salón a un joven de origen sudamericano para negociar el alquiler de un piso en Nuevo Oyanco.

El joven les había dicho que pagaría la renta que especificaba el contrato de arrendamiento y De la Iglesia empezó a formalizar el acuerdo a través de una asesoría. Dos días después, el joven dio marcha atrás y reclamó su fianza. José Luis de la Iglesia le devolvió el dinero, descontando los gastos derivados de la tramitación. El joven insultó al hombre y su relación había terminado con un sonoro portazo. O, al menos, eso pensaba el matrimonio.

La voz de su atracador era la misma que la de aquel joven aspirante a inquilino. También el acento. Las piezas encajaron: "Conocía la casa bien, anduvo de aquí para allá antes de marcharse", aseguró María Elena Fernández. Tras conseguir doscientos euros, planeó sobre la marcha su huida. Quería que sus víctimas no tuvieran contacto con el exterior, así que se agachó para desenchufar el cable del teléfono fijo. En esa esquina del salón, perdió las gafas rojas.

Huida en taxi

Llevó al matrimonio hasta la habitación de la lavadora. Intentó cerrar la puerta anudando una sudadera a la manilla, pero María Elena Fernández empezó a hiperventilar por la ansiedad. José Luis de la Iglesia le amenazó: "Si ella sufre un infarto, tú cargarás con su muerte". El atracador cambió de idea y decidió dejarlos en la cocina. Salió del portal, a plena luz del día, y ya sin la capucha. Cogió un taxi y le hizo dar varias vueltas para cambiar un billete de cien euros en un establecimiento hostelero. Pidió que le llevaran a Cabañaquinta.

Ya en la capital allerana, pidió un café y pagó con otro billete de cien euros. Agentes de la Guardia Civil y la Policía Local empezaron, mientras tanto, una búsqueda rápida y productiva. El jefe de la Policía Local de Aller reconoció en el acto al agresor, a través de una fotografía que guardaba el matrimonio de aquel contrato de alquiler fallido. Recogieron las gafas y la capucha. Lo vieron en una cámara de seguridad de una entidad bancaria y el taxista ofreció una descripción detallada que cerró las pesquisas. Lo encontraron en Cabañaquinta y le preguntaron si había estado en Moreda. Dijo que sí, que había cogido el tren de las dos. Un viaje de ida en tren y de vuelta en taxi. El hombre estaba ayer detenido, a la espera de pasar a disposición judicial. Tiene antecedentes.

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