La decadencia de un emblemático inmueble

El parador de Pajares sufre un rápido deterioro mientras se busca comprador

El edificio tiene cristales rotos, desprendimientos en la fachada y pintadas en la planta baja a pesar del sistema de vigilancia instalado en 2010

El lateral del inmueble del parador, con desprendimientos de fachada. SILVEIRA

El parador de Pajares se deteriora a una velocidad de vértigo mientras que sus propietarios buscan un comprador. El edificio tiene varios cristales rotos, presenta desprendimientos en la fachada y pintadas en el bajo de las instalaciones. De poco ha servido el sistema de vigilancia que instaló Inversiones Inmobiliarias Valmurián en 2010, unos meses después de adquirir el emblemático inmueble.

Valmurián compró el parador de Pajares en marzo de 2010. Lo hizo a través de la tercera subasta pública que convocó el Ministerio de Economía y Hacienda, tras quedar desiertas las dos anteriores. La firma pagó 510.000 euros y anunció un ambicioso proyecto de recuperación. Los responsables de Valmurián aseguraron que el parador recuperaría la actividad como negocio hostelero, el fin con el que abrió sus puertas en los años sesenta del pasado siglo.

Hubo varios cambios de proyecto. Valmurián planteó primero su apertura como hotel con spa, con el objetivo de que el inmueble tuviera actividad durante todo el año y no sólo en invierno. Luego estudió la posibilidad de poner en marcha un servicio de apartahotel, que también quedó en el aire por su dudosa viabilidad. En 2012, la fachada del parador de Pajares amaneció con el cartel de "Se vende".

Una empresa inmobiliaria, el Grupo Reinas, llegó a anunciar el parador de Pajares en su página web. Ofrecían el inmueble en 1,5 millones de euros, el triple del precio por el que fue adquirido en 2010. Un precio "ajustado" afirmaron desde Valmurián, a pesar de que las obras en el parador se han limitado a un cambio en el tejado y los cristales, la citada instalación de un sistema de vigilancia y un cierre en la fachada principal.

Los desperfectos son más graves en la zona sin cámaras de vigilancia, en el lateral y la parte trasera del edificio. Hasta estos puntos hay acceso a través de un espacio verde abierto al público. A pesar de su avanzado estado de deterioro, sigue resultando llamativo y es una parada casi obligatoria para todos los turistas que llegan desde la Meseta. Atrás quedó el bullicio de los años sesenta, cuando el inmueble fue inaugurado por la dirección general de Regiones Devastadas. En los años setenta, tras una época de esplendor, fue excluido de la red nacional de paradores.

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