Villamejín (Proaza),

V. DÍAZ PEÑAS

El medio natural ya no es el que era. Y más desde que el mal de las «vacas locas» llegó a Europa. Cuando el viejo continente se vio atacado por esta enfermedad, los gobiernos se vieron obligados a llevar a cabo medidas protectoras para que la epidemia no se propagase más de lo debido. Por ello, desde hace años una normativa comunitaria obliga a incinerar los restos de los animales muertos en el campo. Una normativa que causó mucha repercusión y que aún hoy tiene voces en contra.

Éste es el caso de los expertos en conservación de diversos países europeos que se han reunido este fin de semana en la localidad de Villamejín, en Proaza, para intentar buscar una salida a la escasez de carroña en los montes. Una carencia que afecta directamente a la alimentación de especies protegidas y emblemáticas como el oso pardo cantábrico.

La reunión, convocada por el Fondo para la Protección de los Animales Salvajes (Fapas) y la organización Euronatur, que lleva diez años colaborando en la protección de los osos en Asturias, se celebró el viernes y ayer. En ella, los participantes, procedentes de países como Bulgaria, Eslovenia, Alemania o Grecia, pusieron en común los principales problemas que se encuentran a la hora de proteger y conservar la riqueza biológica de sus respectivas naciones, dejando patente la importancia que tuvo la norma posterior al mal de las «vacas locas» en la cadena alimenticia de los animales.

Tres cosas

«Los osos necesitan principalmente tres cosas para sobrevivir: refugio, tranquilidad y comida. Si dejamos los bosques y los montes sin carroña, estamos incidiendo negativamente en la alimentación de los plantígrados, sobre todo en una época que puede ser crítica, ya que en primavera los osos salen de su refugio en busca de proteínas y se encuentran con un hábitat sin este alimento, teniendo que buscarlo en otro sitio». Así describió ayer esta problemática que también afecta a los buitres y a los lobos, el presidente de Fapas, Roberto Hartasánchez, durante uno de los descansos de esta reunión. Y es que la falta de carroña es una de las principales causas que barajan los colectivos conservacionistas a la hora de argumentar el cada vez mayor número de desperfectos realizados en el medio habitado por animales como osos o lobos.

La situación es complicada, pues la falta de carroña puede perjudicar, como apuntó Hartasánchez, principalmente a las generaciones más jóvenes de osos, ya que éstos son más débiles y vulnerables. Por tanto, consideran necesario dar con una solución que, por un lado, siga preservando la salubridad de los seres humanos y, por otro, seguir ofreciendo la posibilidad de alimento para animales por medio de la carroña, respetando en la medida de lo posible la cadena alimenticia de las especies.

Difícil acceso

Para ello, los expertos en conservación reunidos este fin de semana en Proaza barajaron ayer la posibilidad de implicación de administraciones autonómicas, nacionales y europeas en este problema. Y para ello proponen como una posible solución declarar las zonas de hábitat osero como zonas remotas. Es decir, permitir que en estas zonas la carroña no sea retirada. Y es que, como apuntaba Hartasánchez, el hábitat osero está exento de riesgo de encefalopatía espongiforme, pues es una zona con poca ganadería, se encuentra alejado de un punto de incineración de animales muertos y además suelen ser zonas de difícil acceso.

Sin embargo, los propios expertos son conscientes de lo difícil que sería llevar a cabo dicha medida, que garantizaría proteínas para los osos, principalmente en la época primaveral. Como apuntó Hartasánchez y el resto de participantes en la reunión, existe una serie de presiones económicas y políticas alrededor de la ley que obliga a retirar la carroña de los montes que haría casi imposible que en las zonas oseras se dejara de aplicar la normativa. Y es que a nadie se le escapaba ayer en Proaza que a raíz de dicha ley comunitaria han sido muchas las empresas que se han creado con dicho fin.