En la isla caribeña de Cuba, allá por los años veinte del pasado siglo, nuestros emigrantes leían con avidez las noticias que les llevaba «El Progreso de Asturias», periódico que, puntualmente y cada diez días, hacía de enlace entre los pueblos asturianos y aquellos jóvenes que habían abandonado sus hogares y sus familias para buscar en otros mundos lejanos una vida mejor. Desde Noreña hacía patria escribiendo «El Mosquitu», contándoles los acontecimientos locales en aquellos «Ecos de Asturias», posiblemente con informaciones más detalladas que las conocidas por estos lugares. Así, en diciembre del año 1922 les narraba:

En las primeras horas de la mañana del día 5 de actual circularon por esta villa insistentes rumores que en el inmediato barrio del Portazgo, en la parroquia de Valdesoto, había sido víctima de un desgraciado accidente un carretero de Noreña. Poco tardaron los rumores en confirmarse.

A las cinco de la mañana de dicho día salió de la villa con dirección a Sama de Langreo, como acostumbraba a hacerlo todos los lunes, Agustín Atienza, de 20 años de edad, natural de Castromocho, partido judicial de Flechilla, en la provincia de Palencia, de donde había venido hace tres meses para ponerse al servicio del señor Julián Reguero de este pueblo.

Se supone que el infeliz carretero iría dormido y en el lugar denominado Bendición, al pasar el carro sobre un montón de grava, que estaba a la orilla del camino, volcó, cayendo a un prado desde unos cuatro metros de altura; a los pocos momentos pasaba por el lugar el señor Reguero con otro carro cargado y otras dos personas más que llevaban la misma dirección, quienes al sentir el ruido de los cascabeles se dieron cuenta de lo ocurrido e intentaron prestarle auxilio pero ya era tarde. Por efecto del vuelco toda la carga cayó sobre el cuerpo del desgraciado Agustín, produciéndoles la muerte por asfixia.

Una vez personado el Juzgado de instrucción en el lugar de la desgracia, se ordenó el levantamiento del cadáver, que fue conducido al depósito de la villa, donde se le practicó las autopsia al día siguiente, recibiendo sepultura en el cementerio parroquial.

En el archivo municipal se encuentran especiales peticiones realizadas al Ayuntamiento por vecinos noreñenses, algunas muy curiosas, emotivas y hasta históricas. Hay una solicitud presentada el 24 de marzo de 1944 por el entonces médico de la localidad y vocal del Consejo municipal de Sanidad, don Eduardo Rasa Estrada (pocos años después sería asesinado de forma espantosa en su domicilio de Noreña por una sirvienta, y según algunos, también amante), y dirigida al alcalde don Lorenzo Villa Fonseca, en la que se dice textualmente:

Que a causa de que los niños, y también personas mayores, utilizan como evacuatorio la antojana de la casa de mi propiedad, sita en la calle de Socarrera, saltando al mencionado sitio con gran facilidad a causa de la pequeña altura del muro que cierra la antojana o patio, solicita la elevación de dicho muro 60 centímetros para evitar dicho abuso.

También el 12 de noviembre de 1945 hace una reclamación escrita del director de la Banda de Música, el maestro don Joaquín García Esteban (que ya aparece en la fotografía del año 1922 como director de la banda de música local), en la que manifiesta y pide:

ÉEl que subscribe viene percibiendo un sueldo menor que el que le corresponde, es por lo que solicita y espero de la Corporación municipal que me ponga de dicho presupuesto (1946) el sueldo de cinco mil pesetas más los tres quinquenios de esa cantidad a que tengo derecho.

La petición de las seis mil quinientas pesetas, que según afirmaba el profesor, «ya me corresponden», fue denegada en sesión plenaria y por unanimidad.

Hay una carta muy extensa dirigida al Ayuntamiento de Noreña, el 25 de abril del año 1945, por don José Menéndez Cabeza (con el sello de la fábrica de embutidos «La Carbayala» incluido) escrita en términos muy patrióticos y sentimentales (expresiones muy habituales en él, según los que le conocieron y trataron), reclamando en nombre de los vecinos de La Reguera la construcción de caminos en aquel barrio. En un texto que resumimos, expone y pide:

«É Que se convoque a una reunión a los vecinos del mencionado barrio para ver si llegamos a un acuerdo, poniendo todos de nuestra parte y buena fe el mayor servicio y sacrificio, lo mismo ese digno Ayuntamiento, para que en este verano, en los meses de agosto y septiembre, que es cuando menos tienen que trabajar dichos vecinos, acudamos todos a hacer una pequeña carretera desde el cementerio hasta donde existe la casa de Francisco Cuesta, por ser un camino muy transitable y además dar servicio a la iglesia y al cementerioÉ».

Reglones más abajo, el firmante de la carta, el mismo «Carbayalu», añade: «Yo entiendo que el hombre no debe morir como nació, siempre debe dejar grabado que él ha existido y vivido, y hacer labor siempre de engrandecimiento patrioÉ». Y termina su exposición escrita de esta manera: «Por obra tan digna y tan humana espero de esa dignísima Corporación no lo "deje en saco roto" y que juntos todos, con el mayor sentimiento, patriotismo, buena fe y buen corazón podamos llegar a realizar esta pequeñísima obra».

Aquella fábrica noreñense terminó con una quiebra, el famoso Carbayalu arruinado y esa carretera es hoy una importante vía de comunicación del Condado de Noreña.