Seguramente los lectores recordarán lo que las Clarisas de la Villa están sufriendo con la dichosa carcoma que quiere acabar con el convento. Por eso los periódicos de la región nos cuentan, de vez en cuando, alguna cosa para que sepamos algo de su coraje. Es verdad que algunas instituciones y también la gente corriente de Villaviciosa les ha respondido. Incluso algunas personas sencillas se han olvidado de algún capricho y se lo han ofrecido a las hermanas para ayudar. Pero todas estas iniciativas que tienen tanto mérito, son insuficientes.

Tenemos que seguir ayudándolas. Si algún día se perdiera el convento de las Clarisas, perderíamos un «trozo de dulzura» que ellas ha ido elaborando con su vida oculta durante cuatro siglos. Ellas están siempre ahí, en silencio, rezando, como el viejo pararrayos de la parroquia que desvía cualquier acción malvada para otro lado.

Por eso tenemos que quitarnos el impermeable del egoísmo y dar una mano.