Pola de Siero,

Manuel NOVAL MORO

«Trabajamos como siempre; que nadie se crea que estamos sin hacer nada», asegura una trabajadora del Ayuntamiento de Siero que ha preferido no dar su nombre. La huelga de celo provocada por los descuentos en las nóminas de los trabajadores y la negociación del convenio colectivo está provocando una desaceleración de la actividad municipal, y los propios funcionarios lo reconocen. Pero no creen que la culpa sea suya, sino de la gestión del equipo de gobierno, que según su criterio ha utilizado a los funcionarios -«un colectivo tan respetable como cualquier otro» en palabras de la trabajadora- para solucionar un problema que concierne al Ayuntamiento de Siero, y especialmente al alcalde, Juan José Corrales.

Los trabajadores municipales, según la funcionaria, se dedican a hacer su trabajo, «pero por el libro, cumpliendo estrictamente todos los pasos que obliga a dar la normativa». La consecuencia es un inevitable aumento de la burocratización.

Un ejemplo. Imaginemos que un vecino quiere hacer una gestión en cualquiera de las áreas municipales: en Urbanismo, en el Registro Municipal, en el Archivo. Normalmente, a no ser que se trate de un trámite complicado, los funcionarios pueden atender una solicitud que les hacen directamente en el mostrador o incluso por teléfono y realizar dicha gestión, que después tardará lo que corresponda en cada caso.

Ése es el procedimiento habitual. Ahora, sin embargo, con la huelga de celo, las cosas son distintas. Si el vecino acude con su petición verbal, ya directamente o por teléfono, el funcionario le contestará que tiene que hacer una solicitud por escrito, que es lo que, en todo caso, está recogido en la normativa. El interesado cursará la solicitud y la presentará por escrito en el Registro Municipal. El resultado es que los trámites que normalmente se solucionan con sentido común y atendiendo a criterios prácticos, sin necesidad de cumplir estrictamente todos los pasos que recoge la normativa, ahora se han de hacer siguiendo una larga y rigurosa burocracia.

Lógicamente, ante esta situación, los escritos se acumulan en el Registro y los problemas se solucionan con mucha más lentitud. Y, de seguir así, podría llegar a colapsarse la actividad.

«Pero somos humanos», matiza la funcionaria. «Llegado el caso, si vemos que la persona que hace la solicitud está pasando un apuro o necesita realmente realizar el trámite con urgencia, porque de lo contrario tendría un perjuicio grave, procuramos atender lo más rápidamente su solicitud. Ya lo hemos hecho en varias ocasiones», asegura.

Esta situación, lógicamente, a los usuarios no les hace ninguna gracia. Un vecino, que tampoco ha querido dar su nombre, contaba recientemente el «mareo» que le dieron para hacer «una simple gestión», mandándole «de un lado a otro; iba a un edifico y me mandaban para el otro, y cuando llegaba a éste, me hacían dar la vuelta al mismo del que había venido. Lógicamente, me cabreé».

Al margen de este caso, muchos vecinos ven que se encuentran en medio de una polémica difícil de resolver. Y es normal oír a gente lamentarse por la situación, incluso si están de acuerdo con alguna de las dos partes, porque ven que no se aventura una solución a corto o incluso medio plazo.

Respecto a las partes en conflicto, el equipo de gobierno y los trabajadores municipales, ninguna de ellas da el brazo a torcer. Corrales dijo en varias ocasiones que la huelga de celo no era otra cosa que una «huelga velada», que los funcionarios no estaban realizando su trabajo y lo llamaban huelga de celo para poder cobrar. Esta afirmación levantó encendidas protestas entre los trabajadores y sus representantes sindicales, que aseguraron que habían seguido trabajando como siempre.

Los sindicatos insistían una y otra vez en que las manifestaciones se hacían únicamente a la hora del pincho, y aseguraban que era constatable que buena parte de la plantilla había renunciado al café para participar en las manifestaciones. «Mucha gente cree que estamos encantados saliendo a la calle a pitar y a hacer ruido. No saben que hay funcionarios que lo están pasando fatal; movilizarse no es plato de gusto para nadie», aclara la funcionaria.

Con dos heridas abiertas, la de los descuentos de las nóminas de las cantidades cobradas por encima de la legalidad en 1999 y 2000 y la negociación del convenio colectivo, la crisis del Ayuntamiento sigue su curso, y la Administración y sus usuarios ya están empezando a sufrir las consecuencias. Y, lo que es peor, no hay optimismo respecto a la solución del problema por ninguna de las dos partes. El entendimiento se ve muy lejos todavía.