Grado, Lorena VALDÉS

Vive por y para su ganadería, formada por treinta vacas y terneros. Por ello, Ángel Fernández afronta con tristeza los continuos ataques de los lobos en la parroquia de Rañeces. «Gelín», como le conocen sus vecinos, madruga todas las mañanas para acercarse a la finca donde están sus vacas y hacer recuento para comprobar que el lobo no ha hecho de las suyas. Hace un mes perdió a uno de sus terneros, y teme que el lobo mate a más reses de su cabaña ganadera. «Por la mañana, vi que faltaba un ternero y, poco después, lo encontramos muerto en un prado con mucho matorral», explica el ganadero.

Una de las principales trabas a las que se enfrentan los vecinos a la hora de cobrar las indemnizaciones es que sus reses no están en zonas donde normalmente habitan los lobos. «La Consejería me denegó mi petición por falta de pruebas y por considerar que Rañeces no es un lugar frecuentado por lobos», asegura Gelín, que ya ha presentado un segundo escrito a la Consejería.

Lo que es innegable es que las andanzas de los lobos no conocen ya de fronteras ni de horarios. Si no, que se lo digan a los vecinos de Rañeces que hace unos días vieron al animal a las tres de la tarde, a escasos metros de su casa. Lo que antes era todo un acontecimiento, ahora se ha convertido en mera anécdota.