El Berrón,

Manuel NOVAL MORO

Ascensión Moyano contaba 77 años cuando sufrió, hace dos, un derrame cerebral que la dejó postrada, con medio cuerpo inmovilizado y la razón muy afectada. Su hijo, Francisco Javier Muñoz, se la llevó a su casa de El Berrón, donde la cuida desde entonces.

Como todos los enfermos de estas características, la mujer requiere cuidados las veinticuatro horas, y a esta circunstancia ha de añadirse la dificultad que tienen quienes la asisten para atenderla, ya que no es una enferma tranquila y reacciona con cierta violencia cuando se la está tratando de ayudar. Así las cosas, y viendo que necesitaría todo el apoyo que le ofreciesen para salir adelante, Francisco J. Muñoz decidió solicitar ayuda a través de las prestaciones que ofrece la nueva ley de Dependencia regional.

Lo hizo, pero, según asegura, se ha encontrado con tantas dificultades que ya está convencido de que todo es «una tomadura de pelo». Cursó la solicitud de ayudas a la dependencia el 27 de marzo de 2007. Como es preceptivo en todos los casos de este tipo, el estado de la enfermedad de su madre fue objeto de una valoración por parte de los servicios técnicos regionales, que tuvo lugar en julio del año pasado.

A partir de entonces, debía esperar a que le comunicasen los resultados de dicha valoración para continuar con la tramitación de la ayuda y conseguir lo que le correspondiese a su caso. Dichos resultados nunca llegaron, pese a que el afectado movió Roma con Santiago «para recibir aunque fuera una respuesta negativa», como él mismo señala. «Pero una respuesta». En el momento de recibir la valoración le dijeron que la comunicación le llegaría en el plazo de cuatro meses.

Como en diciembre ya se había cumplido el plazo que le habían señalado, en el mes de febrero volvió a dirigirse al Principado, donde le dijeron que había muchos expedientes pendientes y que debía esperar otros tres meses. Volvió a esperar pacientemente este período, y el pasado mes de marzo se dirigió de nuevo a los servicios regionales, que le comunicaron que aún no habían entrado las valoraciones de julio, y que todo seguía igual.

Curiosamente, según asegura, poco antes de las elecciones recibió una llamada de los Servicios Sociales en la que le informaban de que se empezarían a comunicar los resultados de los enfermos valorados en julio y que recibiría una carta en un plazo cercano a los quince días. La carta no llegó. Dejó pasar algo de tiempo y volvió a llamar, sin resultados. Desde entonces, todo sigue igual. Le dan plazos que, una vez pasados, no se cumplen.

Ya no sabe a qué puertas llamar ni a quién acudir. Por eso ha hecho público su caso, que, imagina, «no será el único, ni mucho menos».