Hace años un amigo mío, músico de muchísimo talento, me decía en una fiesta de prau que esa música de la orquesta pachanguera era lo correcto allí, que no se podía pedir otra cosa. En ese momento fue cuando vi el problema. No podía estar más en desacuerdo con él, porque yo siempre he abogado por la evolución de la especie, pero reconocí, no obstante, que tratar de extirpar el pachangueo de nuestra cultura es tan fácil como vender Biblias en La Meca. Por eso me llena estos días de alegría ver que niños de 2 a 8 años disfrutan y dan saltos en la plaza de Les Campes con grupos de rock, metal, punk o hardcore, en una actitud que contrasta con el gesto torcido de la mayoría de la gente de más de 30 años que está tomando sidra en los chigres de alrededor. Los niños disfrutan con esta oferta musical lo mismo que nosotros lo hacíamos con María Jesús y su acordeón. Veo un futuro maravilloso en el que los más jóvenes se quejan de que la orquesta sólo toca canciones para la gente mayor: «Black Sabbath», «Sonic» «Youth», «Nirvana»...