La otra noche comentaba con un amigo que me parecía increíble que a Víctor Erice le hubiesen negado la pasta para acabar «El embrujo de Shanghai», mientras se hacen cada año un montón de pelis infames. De igual manera, coincidíamos en que hasta el más tonto puede llegar a un cargo público, sólo con tener un partido detrás y el suficiente número de zoquetes dispuestos a votarle. En esto mi amigo me dijo que lo que yo hago, escribir en el periódico, sí es difícil. Yo trataba de explicarle que, en realidad, esto no deja de ser una práctica al alcance de cualquiera, cuando comprendí que de haber tenido esta columna de chavalete hubiese ligado muchísimo. El caso es que el lunes estuve en el prau de la fiesta de El Berrón y vi a un tipo haciendo algo que sí que me pareció complejo: trataba de vender una guitarra española de color rojo. En ese momento, y mientras la orquesta destrozaba una canción de la «Credence», recordé algo que dijo Jorge Martínez: «Cualquier gilipollas puede aprender a tocar la guitarra». Pues eso.