Candás,

Braulio FERNÁNDEZ

El maquetismo ferroviario es una afición bastante común, más antes que ahora, y muchos hogares albergan pequeñas reproducciones de máquinas de tren con sus vagones, sus estaciones y sus paisajes. Pero lo que Candás acoge estos días, y hasta el próximo domingo, son unas réplicas en miniatura que, de tan grandes que son, no caben en ningún garaje, y han dado con sus raíles en el parque de Les Conserveres.

Se trata de dos reproducciones de máquinas de tren, con tres vagones comunes, más grandes que una caja de zapatos. Lo suficiente para llevar en su lomo a los niños. Como un niño vive esta afición Manuel Cañamero, que es el responsable de que Les Conserveres esté ocupada por una vía de tren. «La primera máquina es una réplica de una locomotora de Renfe 7700, asturiana al cien por ciento, y que eran conocidas en su época como "las inglesas"», explica Cañamero señalando a la máquina que arrastra los vagones. La otra, que aguarda su turno para ser enganchada a los vagones sobre la vía con forma de óvalo que hay en Les Conserveres, tiene también su historia. «Es una 6100, que tienen el honor de haber sido de las primeras locomotoras eléctricas que subieron el puerto de Pajares», cuenta el promotor de la iniciativa.

Las locomotoras y sus vagones, realizadas con todo lujo de detalles, no sólo están en el parque para ser contempladas, sino para que los niños suban sobre ellas y disfruten de un paseo tripulado. Por supuesto, este viaje es gratuito, como todo el montaje. «Yo lo hago por afición», explica Cañamero, que, además de ser el autor material de las réplicas exactas del tren, se encarga de ensamblar cada mañana las vías y poner en movimiento las locomotoras para los niños. No cobra por ello, y dice que decidió traer su «trenecito» a Candás para colaborar con la celebración del centenario del ferrocarril de Carreño, nacido en 1909.

Ya había montado la atracción en otros lugares de Asturias, como Carbayín, e incluso estuvo en una ocasión anterior en Candás, pero no al aire libre. «Mi sueño es que algún día haya en la región un recinto para el disfrute de trenes tripulados, como lo hay en otros lugares de España», dice Cañamero, que viaja habitualmente a Orense para montar sus trenes sobre las vías de un circuito hecho ex profeso para el disfrute de los aficionados a este tipo de miniaturas a gran escala.

Cuando los niños bajan del tren, Manuel Cañamero levanta la tapa de los vagones, su tejado, y descubre bajo ella un mundo recreado con minuciosidad, y que es otra de las delicias de estas maquetas. Lo suyo no son miniaturas, en ellas no se puede viajar, sino trenes encogidos.