Sí. Es un arte que ennoblece el espíritu de aquellos que lo practican y de quienes miramos, admiramos y compramos artesanía pura. Arte-sano. Es decir, aquel que sale de las manos y del alma del artista. Así es. Artista. Son también los últimos druidas de una estirpe que se extingue. Como el fuego sagrado fue pasando de generación en generación. Materia prima nacida de la tierra: madera, barro, hierro, hilo, tejidos, metales diversos y azabache. Negro como su futuro y bello como una noche de lobo que vimos en los cuellos y orejas de nuestras madres y abuelas. Como el que lucían los dengues y faldones en las fiestas del lugar. Pero, como una buena parte del arte-sano, el azabache se acaba. Eso me cuenta el último azabachero de Grado. Dificultades para conseguirlo y trámites burocráticos innecesarios. Con el fin del mundo rural se van también nuestros artistas: ferreiros, madreñeiros, goxeiros. El campesino hábil que fabricaba sus útiles de labranza. Es decir, la extensión de sus brazos para segar, garabatar, mesoriar y poder sobrevivir. Una tarde de invierno me fui en busca de un poeta y me encontré con las manos de un arte-sano. Eliseo.