Lo decía un personaje rural -harto de la mediocridad, insidias, rencores, venganzas, trapicheos y todos los pecados capitales que arrastra el ser humano- al referirse a los concejales que dirigían los destinos de su pueblo: «Todos los políticos son una estirpe a extinguir». No todos -digo yo-, pero sí una buena parte de ellos tendrían que irse faltos de una mínima escala de valores. La propuesta es muy contundente, aunque no le faltan razones y fundamentos para ello. Busca esta gente su parcela de poder, se instalan, disfrutan, prometen, mienten, abusan, laboran? y, una vez saboreadas las mieles, se resisten a abandonar porque a nadie le amarga un dulce. Y en éstas que llega el consorcio -es decir, el sanedrín- del Museo de Grandas y de buenas a primeras y sin mediar palabra Pepe el Ferreiro se tiene que ir de su amada casa. Miren, de esto sé mucho cuando en mis valles pretendieron cortar las alas al mensajero que aquí escribe. A un tal Revilla y a la Alcaldesa de mi tierra los unciría en el mismo yugo acosados por otros lobos de luna negra que irían detrás a dentellada limpia. ¡Ánimo amigo! ¡Haxa salú!