Grado,

Lorena VALDÉS

«Grado era la huerta de Asturias y también de parte de España. Cada semana venían camiones de Sevilla y Zaragoza a buscar vainillas y repollos. Se vendía mucho, nada que ver con ahora». A sus 73 años, Luis Sánchez recuerda con nostalgia aquellos mercados moscones en los que la venta de los miércoles y domingos compensaba el duro trabajo en la huerta del resto de la semana. Tras 60 años como vendedor, una enfermedad le apartó en 2007 de su puesto. El próximo día 19, el Ayuntamiento le entregará un premio por su fidelidad como vendedor en el mercado tradicional de Grado.

Cuando era un bebé su madre, Regina, le llevaba a su huerta de Castañedo en un cesto. Luis se crió entre lechugas, tomates, berzas... Y aprendió rápidamente los secretos de una buena cosecha. «A los 14 años empecé a ir a los mercados los miércoles y domingos, y ya no hubo vuelta atrás. Nos levantábamos a las 4 de la mañana y estábamos vendiendo hasta las 3 de la tarde. El resto de la semana no levantábamos cabeza en la huerta, no había máquinas y era un trabajo muy sacrificado. Los jóvenes de ahora no lo quieren porque prefieren otros trabajos con menos ataduras».

La competencia entre los propietarios de los puestos por vender era dura y este vendedor recuerda una anécdota que se repetía con frecuencia: «Colocábamos siempre las piezas más guapas arriba para reclamar la atención del comprador, los más listos nos preguntaban, ¿son todos los repollos tan buenos como los de arriba?».

Para el galardonado su huerta en Castañedo fue siempre «una obra de arte». Y añade: «Se trabajaba todo a mano y estabas siempre pendiente del tiempo. A veces, tenías un cuadro de lechugas hermoso por la mañana y por la tarde venía una tormenta fuerte y te las estropeaba, ésas ya no valían para el mercado y la ganancia estaba perdida».

Luis acude cada miércoles y domingo puntual al mercado de Grado, ahora como comprador y también como espectador. «Los mercados de los miércoles no valen nada y los domingos hay mucha gente, parece que es siempre la fiesta de La Flor, pero mis compañeros para vender cuatro repollos tienen que echar toda la mañana».

En su recorrido por la plaza General Ponte y la calle marqués de la Vega de Anzo, donde se ubican los puestos de hortalizas, el premiado busca las mejores fabas. «Algunos kilos me los regalan y otros tengo que comprarlos, el otro día estaban ya a 10 euros las mejores, aunque las había también por 8».

El mercado moscón forma parte de la vida de Luis y él ha sido durante seis décadas uno de sus protagonistas, por ello el galardón que está a punto de recibir le llena de orgullo. «Estoy muy contento, no me lo esperaba y todavía no se lo dije a nadie de la familia».

Hoy mismo su secreto se desvelará y este moscón comenzará a recibir sin perder la sonrisa las felicitaciones de familiares y vecinos. Una artrosis hizo que Luis tuviese que colgar el cartel de cerrado en su puesto de hortalizas hace ya algún tiempo, pero su corazón sigue en el mercado moscón que «dio, da y dará vida a Grado».