Recientemente se ha vivido un serio desprestigio de la autoridad, que no es más que la legitimidad, calidad o dignidad de una institución o persona. La cosa empezó en la familia, acampó en educación, se paseó por las fuerzas de seguridad, continuó por la sanidad y tiene visos de seguir un recorrido que alcanzará al Estado. No se admite la capacidad para ejercer la potestad a los padres, mucho menos a los educadores, a la Policía se la abuchea, en sanidad se gastan millones en prevención de agresiones al personal? Recientemente se pone en entredicho la autoridad de la justicia porque no gusta que se juzgue a fulanito, y hasta al mismo Tribunal Constitucional, porque puede resolver en contra de determinados intereses. Algunos intelectuales piensan que esto es fruto de la Nueva Era; pero los mas viejos lo resumen todo en una frase: ¡Qué perdición de arbeyos por falta palos! Porque hay quien piensa que cuando desaparece la autoridad sólo queda el poder, la imposición de la voluntad por la fuerza. Esperemos que no sea así.