Tengo un compañero que suele «engorilar» con las cosas más extrañas. Es decir, en cuanto algo se le cruza por delante se puede pasar horas analizando la cuestión, buscando información, leyendo tesis y elaborando hipótesis. Es la acepción popular de «engorilar», algo así como obsesionarse con algo de forma compulsiva. Así que «engorilando» con el término se me ha ocurrido una hipótesis. Hace 50 años que unos chavales de Candás «engorilaron» con lo de remar. Para «engorilar» es necesario no saber nada del tema. Remaban con las palas al revés, pero se metieron tan de lleno y con tanta pasión que han logrado que Candás, esa pequeña villa marinera del norte de España, sea conocida no sólo por el Cristo, por la sidra, las marañuelas, las sardinas o el Canijo. A la entrada de Candás un cartel advierte «Villa de Olímpicos» y no es grandonismo asturiano. La capital de Carreño debe ser uno de los territorios del mundo de los que más deportistas por kilómetro han salido por kilómetro cuadrado, y todo por «engorilar».