Con un mes y pico de retraso, el campanu, símbolo ambiental del Paraíso Natural, fue valorado en unos miles de euros y salió raudo y veloz, cuidadosamente guardado en el maletero de un coche de alta gama, hacia la capital del reino. El tercer campanu consecutivo pescado en aguas pravianas será degustado por la nobleza merengue y por la bella entre las bellas del reino, según aseveró el incombustible comprador.

Esto de la pesca del salmón, especialmente la folixa del campanu, cada día me recuerda más al lejano Oeste norteamericano, ya que encontramos indios y vaqueros, el Séptimo de Caballería y todo se puede reducir a dos títulos de western: «La muerte tenía un precio» y «Por un puñado de dólares».

Mientras la temporada salmonera con muerte más que avanzar se arrastra, todavía hay quien critica las restricciones y sigue pensando que la barra libre es lo mejor para emborracharse en su orgullo. El día que nos demos cuenta de que estamos matando lo que no tenemos será demasiado tarde y el futuro se habrá merendado al lamentable presente.