Cañedo (Pravia),

Ignacio PULIDO

Para Segundo Álvarez, la molienda del cereal es mucho más que un oficio, se trata de un modo de vida. Criado en los molinos de La Veiga, sitos en Cañedo, este praviano pasa por ser, a sus 76 años, nieto, hijo y padre de molineros. Hace más de un siglo, su abuelo Manuel Fernández Cuervo adquirió esta industria harinera que, a día de hoy, produce unas veinte toneladas mensuales de harina de varios tipos. Esta cifra, unida a los miles de visitas turísticas que reciben cada año las instalaciones, ha situado estos ingenios hidráulicos pravianos entre los más famosos del norte peninsular.

Nadie sabe con exactitud en qué fecha fueron construidos los tres molinos. «Se desconoce cuándo comenzaron a funcionar, es probable que tengan unos trescientos años de antigüedad», baraja Segundo Álvarez, el cual prosigue comentando que su abuelo llegó a Cañedo en 1890 tras haber ejercido como molinero en Quinzanas y en Barganeiro. «Aún recuerdo a mis abuelos trabajando en el molino. Cobraban la maquila», precisa el molinero praviano. Y añade: «Mi abuelo molió el cereal hasta la fecha de su muerte, cuando estaba a punto de cumplir los cien años».

A pesar de que la actividad molinera nunca cesó en la casa de Segundo Álvarez, éste optó por trabajar como camionero, profesión que abandonaría en 1988 para dedicarse plenamente a sus molinos. Con anterioridad, la harina molida en Cañedo siempre había sido destinada al consumo de las casas del concejo praviano. «Cuando decidí centrarme por completo en el negocio familiar, comenzamos a distribuir la harina por toda España», subraya Álvarez. Veintidós años después, la harina de los molinos de La Veiga se vende en numerosos puntos del territorio peninsular. Decenas de panaderías, restaurantes y grandes superficies acuden cada semana a las instalaciones de Cañedo para hacerse con el preciado género. «Entre nuestros clientes se encuentran comercios de gran prestigio y algún que otro hostelero de renombre, como es el caso del restaurante madrileño Casa Parrondo», precisa Álvarez. «Ya no quedan molinos como éste», recalca José Gómez, panadero avilesino y cliente habitual.

La gran demanda de la que es objeto La Veiga ha hecho que su producción se eleve hasta cifras exorbitantes. «Cada mes producimos alrededor de veinte toneladas de harina. Estamos entre los principales productores del norte de España», precisa el molinero praviano, el cual enumera los diferentes productos que oferta. «Vendemos harina de maíz, de trigo, integral, de centeno y de escanda», comenta. Asimismo, Álvarez señala que comenzará a moler maíz blanco procedente de México. «Nos lo pide mucha gente y queremos comenzar a trabajar con él», anuncia.

No obstante, cabe decir que las cifras récord de los molinos de La Veiga no sólo se limitan a la producción, sino que cada año centenares de turistas se dejan caer por sus instalaciones. Y es que la familia Álvarez recibe mensualmente varias excursiones. «Vienen muchos colegios y viajes de jubilados. El Ayuntamiento se encarga de organizar las visitas», subraya. Del mismo modo, decenas de particulares llegan a Cañedo en busca de la harina de La Veiga. «Vendemos muchos kilos de harina para celiacos», recalca.

El corazón de la industria molinera de Segundo Álvarez está constituido por tres ingenios hidráulicos cuyas ruedas son movidas por el agua del río Aranguín. Cada tres meses, sus muelas tienen que ser picadas, para que nada falle. Las exigencias lo requieren: los molinos no paran de funcionar ni un instante. «Cada cierto tiempo hay que realizar labores de mantenimiento», afirma Álvarez, que tiene en su hija María de los Ángeles una sucesora garantizada. Asimismo, la familia cuenta con el trabajo de José Mayor, un joven murciano que tras quedar al paro comenzó a trabajar como molinero.