Candás (Carreño) / Luanco (Gozón),

Braulio FERNÁNDEZ

Lo que el dinero une, el dinero separa. Es la conclusión que se extrae de la actual situación de la Mancomunidad del Cabo Peñas, que los municipios de Carreño y Gozón integran desde 1993 y que a causa de las limitaciones económicas del segundo está cerca de su disolución. O -en el mejor de los casos- de su transformación. El Ayuntamiento de Gozón ha dejado claro que no puede asumir el actual gasto que el ente supramunicipal le supone, 400.000 euros, mientras que el de Carreño, con un presupuesto que casi duplica el de su vecino, apuesta por mantener todos los servicios de un organismo que tiene su sede en Candás.

La Mancomunidad del Cabo Peñas fue constituida el 2 de diciembre de 1993. Su cometido es el de aunar los esfuerzos y posibilidades económicas de ambos concejos para la creación y sostenimiento de servicios. Como ente supramunicipal, pretende crear las condiciones necesarias para plantear iniciativas consensuadas de acciones y servicios mancomunados. En el fondo, se trata de facilitar que municipios con escasos medios materiales y personales alcancen «una gestión más eficaz de sus servicios con una repercusión importante en el bienestar de sus ciudadanos».

Desde entonces, y hasta hoy en día, con diversas incorporaciones puntuales, este organismo ha contado con varios servicios fundamentales, tales como la secretaría de la mancomunidad, una oficina de gestión urbanística, un servicio jurídico, una agencia de desarrollo local, una oficina de información al consumidor, una oficina de información juvenil, otra de normalización lingüística, una piscina pública, un servicio de medicina deportiva y un archivo.

Todo parece que marchó bien durante los primeros años de existencia de un ente que, sobre todo, ha posibilitado la de otra manera imposible construcción de una piscina en unos terrenos que se conocen, curiosamente, como La Frontera, situados en el concejo de Gozón, a cuatro kilómetros de Luanco, pero a menos de uno de Candás.

La unión administrativa se reforzó de alguna manera en el verano de 2008, cuando la mancomunidad adoptó su propio emblema. Se trata de una bandera que había sido rescatada del Museo Militar de Toledo y que habían portado los habitantes de Carreño y Gozón durante la Guerra de Independencia española contra Francia. Así, doscientos años después, cuelga de los mástiles del ente.

Se hicieron cuatro copias de la bandera, ondeando la más grande de ellas en la entrada de la piscina de La Frontera, como mayor símbolo físico de la unión que representa la mancomunidad. Otras dos fueron colocadas en las respectivas casas consistoriales, mientras que la tercera se alzó en las oficinas de la mancomunidad en la calle Braulio Busto de Candás. Al mismo tiempo, se descubrió una placa «en recuerdo del Regimiento de Candás y Luanco, de la Alarma, y de todos los vecinos y vecinas que lucharon juntos en contra de la dominación francesa (1808-1814)».

Ya entonces había diferencias económicas que habían parecido salvables. En junio de 2007, por ejemplo, el Ayuntamiento de Carreño advirtió de que dejaría de realizar aportaciones a la mancomunidad si el Ayuntamiento de Gozón no saldaba una deuda de casi 130.000 euros.

Ahora, con la llegada de la crisis, las apreturas económicas han hecho más mella en Gozón, que ve «insostenible» el actual gasto de la Mancomunidad, mientras que Carreño apuesta por mantenerla «tal y como está». La pasada semana se recrudeció la guerra del cabo Peñas.

Desde el Ayuntamiento de Carreño se asegura que están en peligro los sueldos de los trabajadores y Gozón dice que pagará, pero deja caer que no podrá hacerlo en 2011. Para entonces se sabrá si los de Peñas seguirán unidos administrativamente, o ya sólo les quedará el río Pielgo, que los divide, para compartir.