Han comenzado las obras para que Candás esté, si la crisis lo permite, donde se merece. La fotografía del edificio del Náutico sin cubierta produce cierta nostalgia. La de pensar en el ring de boxeo que había en el interior de aquel mamotreto casi en ruinas. Es como quitarle el caparazón y dejar que la vida que siempre hubo dentro se evapore y vuele mar adentro. Es una imagen un poco triste, pero es también la fotografía de lo que puede y debe ser el futuro, no sólo de Candás, sino de todo Carreño. El título de «estación náutica» puede parecer un poco pretencioso, pero en estos casos hay que mirar hacia delante con todo el optimismo que se pueda acumular en un pueblo entero. Los pueblos marineros no pueden avanzar dando la espalda a la mar y algo así es lo que ocurrió en buena parte de Asturias. Ahora Candás mira a la mar de nuevo, y lo hace de frente, sin miedo pero con respeto, como tiene que ser. La actividad náutica, combinada con la flota pesquera local, la gastronomía y el propio pueblo puede ser el revulsivo que Carreño necesita.