Candás,

Braulio FERNÁNDEZ

Neumáticos, piezas de metal, muñecas de plástico o conglomerados ferrosos. Todos, desechos industriales. Son algunas de las curiosas obras de arte que pueden contemplarse en el Museo Antón de Candás hasta el próximo 15 de mayo, que han sido recopiladas por la artista Teresa Monforte. Ella ha encontrado una nueva forma de arte que mezcla el paisaje industrial y natural de Asturias en una playa gozoniega cerca del Cabo Negro, donde en el pasado siglo la vieja Ensidesa depositaba sus escorias de hierro. «La playa es el descubrimiento de un día: objetos del hombre que se han fusionado con la acción de la naturaleza para crear un tipo de estrato diferente», relata Monforte. El resultado son cantos rodados mitad piedra y mitad metal. Una nueva especie que ahora sale a la luz.

«El mar ha moldeado con su acción durante décadas los desechos de metal, creando una formación artificial», explica la artista, que ha recolectado lo que puede llamarse una «naturaleza industrial». «Se trata de una nueva formación de la naturaleza, donde la arena negra y el metal han formado un mestizaje», añade. El resultado que se expone en las salas del centro escultórico candasín se compone no sólo de los pedruscos mestizos, sino también de piezas metálicas de diferentes formas y otros restos industriales.

Entre ellos hay neumáticos y maderas, e incluso los restos de una muñeca moldeada y coloreada de negro por la acción natural en la playa, para adquirir un aspecto siniestro. «Las piezas metálicas tienen una manifestación particular y única tras el paso continuado del mar sobre ellas, que en esa zona tiene gran fuerza», dice la artista de origen catalán pero afincada desde hace décadas en Avilés. Y su trabajo ha consistido en ir recopilando las piezas -o «coleccionar y procesar», como dice ella- en una iniciativa, que es «lo más personal» que ha hecho en su obra artística en toda su vida. «Surge de una parte de mi vida privada, como son los paseos que doy por la costa asturiana».

Monforte define el resultado de su descubrimiento como «cutre aunque curioso, fruto de una búsqueda pieza a pieza»; pero hay algo que no podrá ser captado en las salas del Antón. Es el sonido del mar sobre estas formaciones: «El sonido de la ola al retirarse de la playa, con cada batida, es especial y diferente, ya que el vacío que deja no se hace entre piedra o arena, sino entre superficies metálicas».