Pola de Siero, Franco TORRE

Pola de Siero acogió ayer la fase final de la XVIII Olimpiada Matemática de Asturias, en su categoría A (para alumnos de segundo de la ESO), en la que participaron un total de 40 estudiantes. La competición desbordó las aulas del Instituto «Río Nora», que albergó las pruebas teóricas, para convertir algunos de los principales enclaves de la localidad en números: en la base de los problemas que los chavales tuvieron que resolver durante una gymkhana por equipos.

La primera prueba de la Olimpiada consistía en un ejercicio de relevos, durante el cual los equipos de cuatro participantes, divididos por parejas, se turnaban para ir resolviendo problemas cada vez más complejos. «Eran bastante más difíciles que los problemas de la fase anterior», señalaba, tras la prueba, la ovetense Tania Freire. En esa primera fase compitieron 650 alumnos de toda Asturias, de los cuales pasaron estos 40 a la fase final.

Junto a Tania Freire competían el también ovetense Alejandro Pérez y el gijonés Daniel Suárez, que participa en un programa de alta capacidad, y que también percibió una mayor complejidad en los problemas: «Es difícil, pero muy entretenido», sostenía Daniel Suárez, mientras que, por su parte, Alejandro Pérez señalaba que, en la preparación de la Olimpiada, había resuelto decenas de problemas.

Los tres jóvenes coincidían en que lo más gratificante de la competición era la segunda prueba, una gymkhana por la Pola, resolviendo diversos problemas relacionados con edificios emblemáticos y calles de la localidad. Entre las cuestiones a resolver, los jóvenes tenían que dilucidar qué tres números primos dan como resultado el año de construcción del ayuntamiento de Siero (1887), el volumen de la burbuja de la fuente del parque de Alfonso X y si los arcos de la fachada de la plaza de abastos son de circunferencia o de elipse.

«Es como volver al campamento», apuntaba Tania Freire antes de la prueba. Por su parte, la llanerense Inés Valle recordaba que en la primera fase «no salíamos del instituto donde se hacía la prueba y, en cambio, aquí podemos ir por la calle». Por su parte, su compañera de equipo Pilar Suárez, de Gijón, destacaba que en la competición había conocido a mucha gente.

Esta prueba práctica se desarrolló entre las 11.30 y las 13.30 de la mañana. En ese lapso de tiempo, los chavales tuvieron que resolver diez problemas, ante los atónitos paseantes que los veían manejar el metro o la calculadora, tratando de desentrañar los números secretos que sustentan los emblemas polesos. Ya por la tarde, los chavales regresaron al centro educativo, para acometer la última prueba, también teórica, pero en este caso de carácter individual, con la que culminó una competición en la que participar contaba más que la victoria.