Avilés,

Mariola MENÉNDEZ

El reloj de la torre de las antiguas escuelas de la localidad villaviciosina de Breceña volverá a marcar las horas dentro de poco. Será tras una complicada restauración después de que dejara de funcionar hace casi 25 años. Costó lograr financiación y, finalmente, llegaron 21.000 euros de los fondos europeos para el desarrollo rural del programa «Leader». También fue difícil su arreglo porque el relojero avilesino Juan Ramón Ruiz ha tenido que desmontarlo por completo e intervino en sus casi cuatrocientas piezas.

Pero tanto esfuerzo se verá recompensando cuando las campanas vuelvan a sonar y sus agujas marquen las horas. Porque este artilugio, además de ser testigo del paso del tiempo, guarda en sí mismo parte de la historia del pueblo. El que fuera hasta hace unos meses presidente de la asociación de vecinos y uno de los impulsores del proyecto, Luis Miguel Venta, explica que «fue una promesa electoral cumplida de José María Rodríguez, diputado del partido reformista en la Junta del Principado». El político se comprometió, en las elecciones de 1914, a sufragar este instrumento para la torre de las escuelas, que había sido financiada por los propios vecinos y algunos emigrantes.

El relojero Juan Ramón Ruiz apunta como dato curioso que este reloj aparece con un precio de 2.209 pesetas (13,27 euros) en un catálogo de 1910. Aunque actualmente sería casi imposible comprar un ejemplar similar por su construcción totalmente artesanal, costaría muchos miles de euros, asegura Ruiz. Ahora es casi una pieza de museo, porque la mayoría de estos prototipos acaban siendo sustituidos por otros más modernos electrónicos que tienen un menor mantenimiento y, en consecuencia, más económico. Pero a los vecinos de Breceña no parece importarles demasiado esta responsabilidad y ya hay voluntarios que se han prestado para encargarse de darle cuerda todas las semanas.

Juan Ramón Ruiz ha empleado más de 1.000 horas en la restauración de esta nonagenaria máquina del tiempo, aunque inicialmente presupuestó su trabajo en 600. «Es una labor ingente y meticulosa», asegura.

El estudio de valoración se hizo en 2009 y consideró que podría tener éxito su reparación. El año pasado recaló en el taller de este relojero para un análisis más exacto y, finalmente, comenzó a desmontarlo en enero. Considera que «numerar y archivar informáticamente las piezas ha sido lo más complicado». Después de volver a ensamblarlas, en unas semanas prevé devolverlo a la torre. Ésta tampoco será una tarea fácil porque pesa 430 kilos (150 el cuerpo principal; 200, las pesas que mueven las campanas y 80, las del reloj). Su recuperación es la guinda de la restauración integral de las escuelas, hoy sede social de los vecinos, en las que se han invertido unos 100.000 euros.