Candás,

Braulio FERNÁNDEZ

«Se cumplen cien años del nacimiento de Antonio Rodríguez, Antón, diez años del fallecimiento de mi padre y veinte de la exposición que con su obra se celebró en Candás», relata Amador Rodríguez, hijo del escultor ceutí del mismo nombre. «Así que con la coincidencia de estas fechas, y teniendo en cuenta que gran parte de la obra de mi padre estaba basada en planteamientos matemáticos, los números de las fechas invitaban a realizar esta nueva exposición», añade. Y así es que desde hoy mismo y hasta el 23 de octubre, el Museo Antón de Candás ofrece una nueva posibilidad de visionar y escrutar la obra de Amador Rodríguez, aunque en esta ocasión de una manera diferente, como si se estuviese en su taller.

«La exposición que ahora se presenta tiene por objetivo documentar el proceso creativo de este escultor a través de las maquetas realizadas previas a la elaboración definitiva de sus esculturas», explica la directora del museo candasín, Dolores Villameriel. Es por eso que la muestra se acerca casi más a lo que es el taller de un artista, con bocetos, escalas y conceptos de distintos materiales.

Recordando el título de aquella exposición de 1991, el hijo del artista detalla que «se trata de traer un taller de indagaciones -como se llamaba la muestra del 91-, pero con obras más consolidadas». El escultor utilizaba para realizar sus conceptos «el dibujo y la técnica del collage, creando proyecciones de esculturas que van a ser o pueden ser», explica Rodríguez acerca de lo que se va a encontrar el visitante en las salas del museo.

Entre las obras, además, se pueden observar varios cuadros de una primera época como artista de Amador Rodríguez, creados en la década de los años cincuenta. Junto a ellos, hierros, latón, mármol, madera y hasta piedra de Calatorao, materiales todos ellos que dieron forma a una expresión artística en la que, a pesar de lo conceptual y lo matemático, se proponía la búsqueda de la belleza, como reconoce Rodríguez. «Una explicación emocional de la obra de mi padre es complicada, trata de alcanzar la poética a través de la razón, de los materiales», dice. «El alma yo creo que reside en la indagación, en la búsqueda de la belleza a través de la razón», concluye.

El escultor Amador Rodríguez nació en Ceuta, en 1926, aunque «pasó su niñez en la villa de Cangas del Narcea», como recuerda Villameriel. Se trata de «un artista autodidacta, que empezó con la figuración expresionista y que a partir de 1958 abandona la figura y experimenta con el espacio circundante a través de alambres».

En 1960 ese abandono de la figuración le lleva a «intentar una delimitación del espacio a través de la escultura de alambre acerado y contrapesos de guijarro». El afán investigador de este proceso acelera su ritmo, y al incorporar a sus materiales habituales el plástico transparente culmina esa evolución, ya que es cuando Amador Rodríguez «acepta plenamente el racionalismo, las formas geométricas puras y el espacio como una realidad mensurable», señala Villameriel.

Las obras de este escultor se encuentran repartidas por diferentes lugares de la geografía nacional, como Barcelona, Sevilla o Madrid, e incluso de Europa, caso de Amberes, en Bélgica. Más aun, Rodríguez es el autor de la obra que preside el parque situado al lado del centro escultórico de Candás, y que con forma de cubo hueco alcanza importantes dimensiones.

La exposición que hoy se inaugura en el Museo Antón puede ser visitada hasta el 23 de octubre, en horario de martes a domingo, de 12.00 a 14.00 horas y de 18.00 a 21.00 horas. En ella, el visitante podrá acercarse a una forma diferente de buscar la belleza a través del arte, no tanto a través de formas o colores, sino de la verdad matemática de los ángulos y las proporciones.

Y lo hará sin tener que ver el resultado final, sino a través del proceso creativo que lleva a él.