Candás, Braulio FERNÁNDEZ

Los edificios de la calle Carlos Albo sin conexión a la red general de saneamiento se encuentran en esa situación no por falta de presupuesto para realizar las obras, sino porque sus vecinos no aceptan la solución propuesta por el Ayuntamiento para el enganche. Así lo asegura el alcalde de Carreño, el socialista Ángel Riego, que confía en que el problema quede resuelto definitivamente con la construcción de una estación de bombeo, prevista en el nuevo Plan General de Ordenación (PGO).

«Son los propietarios los que tienen que solucionar el problema del saneamiento, porque se les ha indicado dónde tienen que conectar, pero nuestras soluciones no les gustan», señala Riego, que aclara que el Ayuntamiento les propuso a los edificios afectados, los números 20 a 25 de la calle Carlos Albo, «conexión al colector a través de los garajes».

El Alcalde reconoce que la situación llegó a ser más delicada cuando todavía existía actividad en la fábrica de Conservas Albo, situada en la calle. «Entonces teníamos que tener cautela con las decisiones que tomábamos porque podían acelerar el cierre de la empresa y que hubiera trabajadores en la calle», señala la máxima autoridad local. Albo vertía sus residuos al río que corre bajo sus terrenos, lo que suponía un problema para el resto de viviendas, sin que sufriera ninguna sanción por ello, confiesa Ángel Riego.

El Alcalde, sin embargo, se muestra optimista con vistas al futuro. «En el plan especial de reforma interior -herramienta urbanística que previsiblemente entrará en vigor con el nuevo PGO- está prevista una estación de bombeo para un nuevo edificio que se debería construir en una explanada, y esta estación podría servir de conexión para los otros cinco números», aclara Riego, que reconoce que «por la crisis será difícil que este edificio se construya a corto plazo».

Según el Alcalde, sólo cinco edificios de Carlos Albo están sin conexión, aunque la asociación de vecinos cree que hay más. Algunos de ellos atraviesan Candás desde el barrio de Santarúa hasta el puerto, donde desemboca el río Noval, que está enterrado bajo las calles. Al no tener un saneamiento apropiado, cuando llueve mucho el río se llena y el agua se canaliza a los edificios, provocando inundaciones de aguas fecales en bajos y malos olores en las viviendas.