Lo que está ocurriendo con la Mancomunidad del Cabo Peñas, que está viviendo al borde del abismo, no es más que otra consecuencia de la crisis. Un vecino de Candás tiene un alcalde, un presidente de la mancomunidad, un presidente del Principado, un presidente del Gobierno y unos cuantos eurodiputados que le representan en Bruselas. Me abulta mucho para pagar con los impuestos de los sufridos votantes, y digo sufridos porque tres elecciones desde mayo es como para exiliarse como mínimo a vivir bajo un dolmen del Monte Areo. El concepto no es que sobren administraciones ni organismos públicos, y mucho menos televisiones. No deberían ser ni de lejos una carga para los ciudadanos. La mancomunidad debe estar para optimizar recursos, para dar servicios que no pueden dar los ayuntamientos por separado. Pero, claro, cuando lo que se hace es lo mismo que en los despachos del edificio de al lado, hace pensar a muchos que hay que eliminarla. No es la solución, la solución es que funcione porque la idea es buena.