Lugo de Llanera,

Gonzalo BENGOA

«Las niñas nacieron en una chabola y ahora no quieren salir del piso». Lo cuentan Albino Montoya y Diana Jiménez, padres de Maragá y Candela, dos pequeñas de 8 y 6 años, respectivamente, que viven desde el pasado 5 de febrero en un piso de Lugo de Llanera. Los cuatro se quedaron sin vivienda a finales del mes de enero cuando un incendio calcinó la chabola que habitaban en el barrio de Pando, junto a otras chabolas donde aún vive parte de su familia.

Las pequeñas disfrutan ahora de su nueva vivienda, donde además de los juguetes tienen otros entretenimientos. «Se entretienen con algo tan sencillo como las llaves de la luz y los grifos del baño o la cocina», destaca el padre. «Hasta hora no disponían de esas comodidades que la mayoría no valora por ser habituales».

El matrimonio se sobrepuso a la desgracia del incendio con la ayuda de familiares y amigos. Su idea de alquilar un piso después de haber vivido «demasiado tiempo» en una chabola con frío, humedades, sin electricidad ni agua corriente, se ha logrado. «Costó su trabajo porque hubo gente que rechazó alquilarnos una vivienda por ser gitanos», lamenta Albino Montoya, quien contó con la ayuda de Cáritas, primero para superar el suceso del incendio y después para encontrar una casa digna. Y enseguida apareció un piso en la planta baja de un edificio en Lugo de Llanera, donde ahora viven los cuatro «muy felices. El propietario se portó muy bien e incluso me dio las llaves antes de firmar el contrato», comenta agradecido. El matrimonio valora que desde ahora disponen de una vivienda con baño, habitaciones, cocina y salón. «Lo mejor es tener baño, agua corriente y caliente, además de calefacción», comenta orgulloso el cabeza de familia.

Y es que ahora las heladas se ven tras los cristales, olvidándose de los braseros que debían encender cada mañana para calentar la chabola y despertar a sus hijas sin demasiado frío antes de ir al colegio. Precisamente fue el fuego de una estufa de leña la que originó el incendio que calcinó su anterior vivienda.

Albino Montoya cobra el salario social con el que paga el alquiler de su nuevo piso y no deja de buscar un trabajo para «sacar adelante» a su familia. Tanto él como su mujer, Diana Jiménez, están «muy orgullosos de poder ofrecer mejores condiciones de vida» para sus hijas. «Da mucha alegría sentir que son felices en esta casa», destacan los padres, quienes apuntan que a las pequeñas «no les gusta salir del piso porque temen quedarse sin su nuevo hogar». Maragá y Candela ya no sienten frío en su vivienda y se entretienen en cualquier espacio del nuevo piso, aunque una de las piezas que más valoran es el baño. «El cambio a mejor ha sido tan grande que es difícil de explicar lo que se siente», comenta Diana Jiménez. La familia valora también el entorno de la vivienda y afirma que antes «se ensuciaban mucho más», porque en los alrededores de la chabola no había más que barro y ahora viven en pleno casco urbano.

Quienes también están orgullosos de esta iniciativa son los padres de Albino, Arturo Montoya y Juana Jiménez, que todavía viven en las chabolas de Pando junto a otro hijo y su familia. «Llevamos dieciocho años viviendo en unas condiciones muy poco dignas», comenta Arturo Montoya. El abuelo llama la atención a las autoridades «para que nos tengan en cuenta y podamos vivir sin frío, sin humedades y con lo mínimo que precisa un ser humano». Juana Jiménez está enferma, al igual que lo están sus otras nietas: «Vivir así nos perjudica gravemente la salud».

Albino Montoya visita ahora a sus familiares en Pando, donde estaba su chabola: «Al ir, aún valoramos mucho más nuestra nueva vida».