Las retribuciones a concejales no dejan de producirme evocaciones matemáticas. Cuando Leonardo de Pisa introdujo en Europa los métodos de cálculo de los árabes, no podía imaginarse que en la Pola resurgiría, ocho siglos después, la rivalidad entre abacistas y algoristas. Los primeros calculaban con ábacos, mientras que los algoristas usaban el sistema árabe. En un grabado de principios del XVI, Aritmética, simbolizada por una mujer, observa a un algorista y un abacista, yéndosele la vista hacia el algorista que vencería. En política vence quien suma más y más rápido y no quien más mueve las cuentas de su ábaco. Uno puede hacer los números que quiera: el coste total del Ayuntamiento es unos mil euros más que hace un mes, pero dividiendo la retribución total de gobierno entre trece, sale una cantidad menor que la anterior dividida entre siete. Dividiendo retribuciones de oposición entre doce resulta menos que las anteriores divididas entre dieciocho. Así todo el mundo parece recibir menos. No preocupa a la ciudadanía esos mil euros de más, ni el reparto. Lo preocupante es el esfuerzo que se pone para merecer las retribuciones.