Candás, G. BENGOA

«Las meditaciones de este año son diálogos con la Virgen, que tiene un gran protagonismo en Semana Santa». Lo explicó en Candás la periodista María Teresa Álvarez, autora de los catorce textos que fueron leídos a lo largo del vía crucis en la madrugada del Viernes Santo. Álvarez tuvo la iniciativa el pasado año de escribir varias reflexiones para las catorce estaciones del calvario de Cristo y este año repitió la experiencia «buscando en este caso la vinculación con las mujeres de Candás, por el hecho de que la Virgen esté en la ribera, muchas madres se identificaron siempre con ella». La escritora candasina explicó que para ella «siempre tuvo un simbolismo enorme que la Virgen la noche del Sábado Santo esté mirando hacia el mar».

El vía crucis salió de la iglesia a las siete de la mañana en punto, cuando aún no había amanecido en Candás. Unas ciento cincuenta personas participaron en el oficio, que contó con la presencia de ocho nazarenos que portaron dos pasos: el de Jesús Nazareno y el de Jesús Flagelado. La cruz fue portada por varios vecinos de Candás, que también fueron leyendo a lo largo de las catorce paradas las reflexiones escritas por la periodista candasina, que también hizo lo propio en la primera y última estación.

Sus meditaciones implican «cogerse de la mano de la Virgen para acompañarla, para que nos ayude e intentando sentir lo que puede sentir una madre cuyo hijo va a morir», explicó la escritora. «Vives la Semana Santa y participas con la gente que viene porque tiene un reclamo turístico, pero esto es más tuyo», valoró la periodista, quien destacó que el momento del vía crucis en Candás supone «la interioridad del pueblo, por las horas. Lo sientes como una manifestación muy pura y auténtica».

En sus reflexiones, Álvarez dejó constancia de que los vecinos de Candás quieren dejar testimonio de su fe. «Queremos agarrarnos fuertemente a tu mano y rogarte que nos enseñes a mirar a Jesús, a mirarlo con amor», expresó Álvarez, quien recordó «cuántas madres han llorado, lloran y llorarán por las desdichas de sus hijos. Madres de pescadores que nunca regresaron a casa, como sucedió a muchas mujeres candasinas».