San Cucao (Llanera), Franco TORRE

«Hace años convocar una comida de Cuaresma fuera de su tiempo hubiera sido un disparate. Hoy es una apuesta sobre seguro porque el enunciado del menú es una tentación que, aparte de no tener nada de pecaminosa, resulta irresistiblemente atractivo». Con esta argumentación defendía el periodista Melchor Fernández Díaz, consejero de Editorial Prensa Asturiana, grupo al que pertenece LA NUEVA ESPAÑA, la iniciativa del restaurante Casa Carlos de San Cucao (Llanera), que celebró ayer una jornada gastronómica dedicada a la Cuaresma, a la que asistieron cerca de un centenar de personas y que estuvo pregonada por el propio periodista.

Cazuelita de fabes con pixín, caldereta de pescados de roca, bacalao al horno con patatas panadera y cebolla confitada y tarta de nata y fresa conformaban el menú, regado con un rioja de crianza.

En su pregón, Fernández Díaz hizo un repaso a la historia de la Cuaresma y a su incidencia en las costumbres gastronómicas de nuestra tierra. «Prácticamente todas las religiones imponen a sus fieles sacrificios y privaciones, entre los que suele ser muy habitual la alteración de su régimen de comidas», señaló Fernández Díaz, quien relató a los presentes cómo la Iglesia «implantó los sacrificios cuaresmales en el siglo IV, a imitación de los cuarenta días de retiro y ayuno que Jesucristo practicó en el desierto».

Unos sacrificios que consistían en la práctica del ayuno y en la abstención de comer carne o caldo de carne, y que fueron seguidos de manera muy estricta durante siglos.

Obviamente, el seguimiento real de la Cuaresma no era el mismo en todos los sitios, y si en 1826, según el francés Brillat-Savarin, la práctica de los ayunos había caído en desuso en Francia, no pasaba lo mismo en tierras asturianas, aunque por motivos nada piadosos: «Por esos tiempos, en Asturias, para la mayoría, era Cuaresma todo el año», aseveró Fernández Díaz.

«Las normas cuaresmales se mantuvieron inconmovibles hasta hace muy poco tiempo. El ayuno se practicó poco, pero hasta hace treinta o cuarenta años la abstinencia se seguía a rajatabla en muchas familias y eran mayoría los restaurantes y casas de comidas que en los días señalados sólo servían comida de vigilia», apuntó el periodista, que, no obstante, apostilló que pese a todo «aún nos dábamos con un canto en los dientes con esas restricciones porque éramos unos privilegiados», pues merced a las «bulas de la Santa Cruzada» se podía limitar la abstinencia a los viernes.