Bárzana (Quirós),

Roberto F. OSORIO

Cuenta una vieja historia quirosana que un día el potentado más rico del concejo compró los terrenos del monasterio de Santa María de la Vega de Oviedo y, en un alarde de «grandonismo», lo regaló al Estado. La finca acabó siendo sede de la importante Fábrica de Armas, hoy en peligro por la intención de la empresa, Santa Bárbara Sistemas, de trasladar a los trabajadores y las líneas de producción a la factoría de Trubia. Pero en el concejo de Quirós la Vega siempre se ha considerado parte de su historia.

El monasterio y sus terrenos habían sido desamortizados en 1834 y el edificio permaneció deshabitado una década hasta que las monjas lo volvieron a ocupar al no ser vendido por el Estado.

Aquí es donde aparece la figura del terrateniente quirosano Bernardo Terrero. Su discreción y modestia rayaban el extremo, hasta el punto de que vestía como uno cualquiera de sus vecinos. La boina, las madreñas o la pana, por tanto, eran su indumentaria aun cuando acudía a Oviedo. Su vestimenta inducía a equívocos y hay multitud de anécdotas sobre ello. Pero sin duda la confusión más grave fue cuando se procedió a la subasta de los terrenos del monasterio de la Vega en Oviedo. Acudieron a dicho acto muchos potentados de aspecto relevante. Pero entre ellos se sentó un aldeano, discreto y callado, acompañado de un secretario cuya indumentaria era más moderna y acorde con la ocasión. Muchos no comprendieron su presencia en ese lugar e incluso le menospreciaron.

Cuando don Bernardo observó que la puja iba a finalizar, alzó la voz para elevar la cantidad. Los demás subasteros lo tomaron por loco, pero el quirosano se acercó a la mesa donde estaba la presidencia del acto y ofreció pagar el precio en oro, plata o monedas de curso legal. Pagó una tercera parte en cada y dejó estupefactos a todos los concurrentes. Luego, desbordando orgullo, regaló la finca al Estado. Esta historia fue recogida en el libro «La casa de Quirós» (1958) de Vicente José G. García, autor que la recopiló de la tradición oral del concejo, incluso de algún vecino contemporáneo de Bernardo Terrero.

Pero siempre hay terreno para la suposición y para las sospechas. Para empezar, no existe ninguna constancia documental de esa compra, aunque la presencia del rico quirosano en el Consejo Provincial de entonces pudiera haber provocado alguna compraventa de favores del quirosano.

La supuesta esplendidez de Terrero también podría encubrir la redención de sus pecados carlistas. Una opción que no es descabellada, ya que quizá su estatus de hacendado rural apegado a las tradiciones y a la Iglesia le pusieran en sintonía con la causa del Infante don Carlos.

Según una carta firmada por el propio Bernardo Terrero en 1875, parece ser que fue acusado de ayudar a la causa carlista y fue condenado a la requisa de todos sus bienes y a ser desterrado a Estella, la cuna del carlismo. Pero, apunta en la misiva, «el Gobernador me concedió una prórroga para poder gestionar con el Sr. Ministro del ramo, el que por medio de mis amigos me revocó de embargo y destierro?». Quizá fuese el motivo por el cual entregó los terrenos de Oviedo. Favor por favor.

El Ayuntamiento de Oviedo solicitó la cesión de esos terrenos para instalar allí la industria armamentística. En una Real Orden del 10 de diciembre de 1855 el Ministerio de Hacienda cedió las dependencias del monasterio, sus huertas y otras 552 áreas de terrenos aledaños.

Bernardo Tiburcio Álvarez Terrero Valdés Peón y Bolde de Leyva (1806-1889) nació y murió en Villamarcel. Fue caballero de la Real Maestranza de Caballería de Zaragoza y ocupó cargos de vicepresidente, consejero, vocal y diputado en el Consejo Provincial. Murió soltero, pues su madre no le dejó casarse con un muchacha pobre del pueblo de Veiga. Sin descendencia, su incalculable fortuna fue repartida entre mayordomos, criados y el albacea, que se llevó la mayor parte de los bienes. Cuentan que la noche de su muerte los criados bajaron con una caravana de mulas cargadas de oro hacia Bárzana.

Terrero era un hombre religioso que apoyó a la institución eclesiástica. El edificio parroquial de Nimbra fue costeado con su patrimonio, concretamente con sus rentas de un año. El inmueble tiene planta de basílica acorde con la relevancia de su mecenas.

El rico quirosano había heredado una gran fortuna de sus antepasados, pero fue incrementando los predios rurales sin cesar hasta llegar a tener propiedades en todos los pueblos del concejo, pero también en otros municipios asturianos y leoneses, en Burgos y Santander.

Otorgaba favores, concedía préstamos y controlaba los alistamientos para el Ejército. Muchos vecinos obtuvieron buenos destinos o se libraron gracias al dinero que les prestó el hacendado de Villamarcel, en tiempos en los que se evitaba el servicio militar pagando o siendo sustituido por otro mozo.

Las historias que circulan por Quirós sobre Bernardo Terrero son múltiples. Dicen que ganaba 25.000 duros al año en rentas, que sus posesiones llegaban a Madrid y que podía iniciar viaje a la capital y dormir siempre en una de ellas. Fruto de ese poder económico llegó el político, que vio peligrar cuando se instalaron en la zona unos altos hornos y las minas de carbón. Temía que los aldeanos se ganasen el jornal y no necesitasen sus préstamos.