Vixidel (Teverga),

Roberto F. OSORIO

Los ganaderos de Teverga están desesperados por las cuantiosas bajas que les causan los lobos en sus rebaños. Los más perjudicados son los pastores de cabras. Muchos abandonaron la actividad y otros amenazan con seguir el mismo camino si no se toman medidas.

Uno de estos ejemplos es el joven ganadero de Vixidel Lisardo García. Lleva atendiendo ganado caprino desde los quince años, cuando su padre compró unas cabras por primera vez. Decidió dedicarse a este tipo de reses, pues se obtenía gran rentabilidad, y llegó a superar los cuatrocientos animales, aunque ahora tiene unas 260 cabras.

Lisardo nunca trabajó en otra cosa, pero ahora se está replanteando su futuro y el de su familia, ya que asegura que el año pasado perdió más de doscientas reses. La causa principal, afirma, es la creciente población lobera y su gran rapacidad. El oso le causó también alguna baja, pero sin comparación con las del lobo. El ganadero asegura que hay al menos tres manadas de lobos en el valle de Valdecarzana, donde se ubica el pueblo de Vixidel.

Desde octubre del año pasado la consejería le debe 7.000 euros en daños de la fauna silvestre. Las pérdidas son aún mayores, pues se debe tener en cuenta que solo pudo justificar la muerte por el lobo de 33 cabritos de los 140 que perdió. Las cabras encontradas muertas fueron 19 de las 27 desaparecidas. Una posible explicación para la desaparición total de ejemplares es que de un cabrito con pocos kilos es muy complicado encontrar los restos, pues los lobos devoran hasta los huesos o los llevan a varios kilómetros de distancia.

Las desgracias para este ganadero tevergano aumentaron con la pérdida de una ayuda a la comercialización de 11.000 euros, correspondiente a la campaña de 2011. «Solo pude vender 10 cabritos y criar otros 15, pues los demás me los comieron los lobos. Ciento cuarenta cabritos en mes y medio», se queja Lisardo, que subraya que ha hecho todo lo posible por proteger su rebaño. Cuenta con once perros mastines cuando hace años tenia tan solo cuatro. «Estos perros me comen mas de 3.000 euros al año. Ya me mataron varios los lobos». García maneja además una escopeta detonadora para ahuyentar a los lobos y duerme muchos días con el rebaño, «al raso y pasando mucho frío». Hubo noches en las cuales aun durmiendo con sus animales desapareció algún cabrito. El pastor de Vixidel asegura que «las cabras y los perros están estresados, pues en cuanto oyen un ruido en la noche se ponen en guardia esperando el ataque».

Este año tiene medio centenar de cabritos y los machos reproductores encerrados en una finca para evitar tantas bajas. Esto le supone un gasto extra, pues debe alimentarlos con pienso ecológico. «No engordan como los que están en el monte», lamenta.

Lisardo cuenta cómo ya se enfrentó varias veces con los lobos cuando pretendían atacar a sus reses. Eran animales solitarios, por lo que pudo defenderse tirándoles piedras y con la ayuda de los perros. «No sentí miedo, ya los vi tantas veces?», apunta, aunque teme que un día ataquen a su mujer, que lo acompaña muchos días. Asegura que estos animales ya perdieron el miedo al hombre y se atreven a matar al lado de los pueblos e incluso a pasar por las aldeas por las noches. Esto ocurrió en su pueblo a otro vecino que salió de noche a vigilar a una vaca que tenía de parto en la cuadra. Cuál sería su sorpresa al encontrase con un lobo delante de la puerta de casa. En el invierno, los vecinos los vieron desde las casas atacando a las cabras en la zona de Cuatalbo.

Vixidel es un pueblo con unos quince habitantes en el invierno. Quedan varios ganaderos en una zona de abundantes pastos y extensos montes como el de Cualmunde. Pero los ganaderos temen cada día que al visitar sus reses alguna haya desaparecido. Las pérdidas son muy numerosas en todo el concejo. En la zona de Páramo o en el puerto de Marabio son habituales los avistamientos de grupos de lobos.

Lisardo García considera que «es una verdadera vergüenza la gestión política que se hace del tema del lobo. No quiero exterminar la especie, pero sí que se haga un control de la población». El pastor tevergano apostó por la ganadería extensiva y ecológica, la mitad de sus cabras son de raza bermeya, pero ahora se pregunta si podrá soportar las constantes bajas en su cabaña: «No tengo otros ingresos, vivo de las cabras y la Administración nos obligar a abandonar por no tomar medidas».